Cardona se industrializó en la segunda mitad del siglo XIX con la instalación de las fábricas en la orilla del río Cardener. En pocos años se fue consolidando una clase obrera vinculada al sector fabril y textil, así como a los oficios tradicionales de la villa. Aquel proletariado se vinculó a la CNT en 1919. En concreto, la sección del textil envió representantes al Congreso de Madrid. Poco después se fundó un Sindicato de Oficios Varios.

Sin embargo, el factor decisivo para el desarrollo del pueblo comenzó en los años veinte con la explotación de la minería. Este hecho atrajo al pueblo a centenares de familias trabajadoras del sur o sudeste de la Península Ibérica. La mayoría se fueron instalando progresivamente en la nueva barriada de La Coromina, construida a finales de la década. Tengamos en cuenta este factor durante toda la década de los treinta debido a la gran brecha política y social entre la población local y la recién llegada[1].

A finales de 1930 se fundó el Sindicato Único Minero que inmediatamente tomó el liderazgo del sindicalismo local debido a su gran número de afiliados y su dinamismo particular. Como antecedente inmediato tenemos la huelga minera de las «nueve semanas», que paralizó el vecino pueblo de Súria el invierno 1929-30 que también tuvo impacto en Cardona al crear un ambiente de rebeldía entre los mineros. Al igual que en otros pueblos mineros, las condiciones de la mina eran tan duras que las constantes giras de agitación y propaganda de los sindicalistas consiguieron instaurar entre los trabajadores una conciencia revolucionaria.

A pesar de todo, la aparición del sindicato se recibió con bastante indiferencia por la población local (según fuentes anarquistas), como constata la carencia de ayuda activa a la huelga minera de la primavera-verano de 1931. La huelga vino precedida de un mitin en la Casa del Pueblo, que presidió un tal Romero. Los oradores fueron Pedro Cano, de Manresa, y Cañizares, del Sindicato Único de la Piel de Barcelona [2].

En este caso también fue una huelga de nueve semanas. En su inicio se trataba de una cuestión meramente salarial. Sin embargo, la rotunda negativa de la empresa a aceptar las peticiones de los mineros enconó la situación generando tal tensión que los mossos d’esquadra fueron sustituidos por la Guardia Civil. El 13 de julio el despido de un obrero por un incidente con un capataz provocó que el Sindicato Único convocase huelga para el día siguiente. Los mineros se hicieron con la mina expulsando al director y los técnicos. De esta huelga tenemos un relato en Solidaridad Obrera: “los obreros nos incautamos las minas y formamos guardias continuas para poder responder del orden de todo”[3].

La huelga tuvo que ser sofocada por unos 300 soldados del Regimiento de Infantería Núm. 34 dirigidos por el general Batet y recuperaron la mina el día 20. A resultas de ello 56 mineros resultaron despedidos[4]. El Gobernador Civil prohibió las reuniones públicas para evitar nuevos conatos de huelga. Sin embargo, esta situación calentó aún más los ánimos. Por si fuera poco, el día 19 de agosto la Junta del Sindicato Único Minero fue detenida y la mina puesta bajo jurisdicción militar. A pesar de ello, la huelga seguía y abundaban las octavillas clandestinas por la población. Por su parte, la Guardia Civil reconstruyó el castillo para utilizarlo como cuartel.

Sin embargo, a inicios de septiembre, la huelga comenzó a flaquear al volver al trabajo unos 70 trabajadores. Para el 21 de aquel mes, ya eran 450 sobre 600 los mineros que habían vuelto a su puesto de trabajo. Viendo el panorama, tras valorar la situación, el Sindicato dio la orden de volver al trabajo[5]. Los libertarios sacaron la conclusión que la sociedad cardonina les había dado la espalda ya que en el pueblo la gente hacía vida normal sin tener en cuenta la huelga[6]. Quien apoyaba realmente la huelga fue la CNT y desde numerosos sindicatos se envió ayuda económica [7].

A pesar de esta visión pesimista por parte de los libertarios, la CNT era el sindicato único del pueblo y en agosto contaba con unos 1.400 afiliados en Cardona, lo que significaba prácticamente toda la población activa en la industria. No parece que esta afiliación fuese sólida puesto que enseguida una mayoría quedó desvinculada del Sindicato. Ni que decir tiene, que la opinión de los libertarios hacia el Ayuntamiento republicano en estos momentos fue sumamente negativa.

En septiembre, los militantes de la CNT detenidos en la huelga pasaron a ser presos gubernativos, es decir, que estaban en la cárcel por orden directa del Gobierno Civil, sin pasar por los jueces. Se trataba de José Herrera Hidalgo (presidente del sindicato), Ramon Costa Menal, Ginés Clemente Segura, Agustín García Castaño. Hasta noviembre estuvieron en la cárcel acusados de los desórdenes derivados de la huelga.

Como otros pueblos de la comarca, en enero de 1932 los mineros se unieron al movimiento insurreccional que estalló en Fígols. Pocos días antes de la misma, había llegado al pueblo una gira de propaganda de Buenaventura Durruti, Vicente Pérez “Combina” y Arturo Parera que ayudaron a caldear el ambiente, ya de por sí tenso. El 22 de enero los insurrectos – mineros en su gran mayoría – se hicieron fácilmente con el control del pueblo y proclamaron el comunismo libertario. La barriada de La Coromina hervía de iniciativas (comedores populares, proyectos culturales, un esbozo de milicias, etc.). Sin embargo, en el pueblo de Cardona – situado más arriba – la población permaneció ajena al movimiento, y de hecho hostil al mismo. Solamente resultó herido en un brazo Jesús Torres Martínez, por entonces presidente del SUM, al negarse a descolgar la bandera rojinegra que ondeaba en el balcón del Ayuntamiento. Sobre Torres y su papel en esta insurrección tenemos un breve relato bastante crítico:

Era un gran orador, a los cuatro días de llegar ya tenía a todos en el bolsillo. Ese con cuatro más fue el que lo organizó todo. Aquí en el pueblo no fue mucho, fue principalmente en las minas. Lo llevaban todo un grupo de cabecillas, que arrestaron al resto de los obreros incautos. Participar se veía unos 100 o 150. Los demás a casa. La gente del pueblo en general no lo apoyó, porque no contaron con nadie, lo hicieron por su cuenta. Las tiendas del pueblo cerraron, de pánico de que les hicieran algo, pero hubo tiendas que se prestaron a dar comida a los mineros que no trabajaban y fueron después a la quiebra, porque nadie les devolvió nada. Fueron mal correspondidos.[8]

El sindicato sufrió las detenciones de Jeroni Torrabadella Colell, Francesc Bascompte Girabancas y Josep Planas Calmet. Ginés Clemente, Gabriel Piedra, Bartolomé Escanes, Francisco Muñoz, Juan Simón y Antonio Perellón, que fueron enviados a la Modelo de Barcelona. En cambio, Diego Mañas Sánchez, José Rupérez Sanz y Valentín Serrano Pagán, fueron deportados a África[9].

En pocos días el orden público volvió a la “normalidad”. El sindicato quedó clausurado durante meses por la derrota de la insurrección[10]. La dirección de la mina ofreció un banquete a los soldados que habían “liberado” la población.

Así pues, en el pueblo se inició una deslegitimación sistemática de la CNT – y del anarquismo en general – que éste no logró contrarrestar en meses. Es durante esta temporada cuando arraigó un pequeño sindicato de la UGT, que pudo organizar una parte del sector fabril y textil, y también apareció el partido marxista Bloque Obrero y Campesino, BOC.

Lo cierto es que los revolucionarios estaban en el punto de mira de las autoridades y apenas podían hacer nada sin que la Guardia Civil los acosara. Jesús Torres fue detenido dos veces en aquel año, también Ginés Clemente Segura fue detenido por repartir octavillas. En este estado de cosas comenzaron a florecer grupos anarquistas de la FAI, como Adelante o Justicia y Libertad que se dedicaron a la formación ideológica y también cultural de la militancia sindical más interesada en el anarquismo. En otro incidente, una excursión dominical fue atacada a tiros por la Guardia Civil. Más tarde 43 personas que habían ido a esta excursión fueron procesadas pidiéndoseles 1.000 pesetas por cabeza[11].

A finales de año, la CNT volvía a estar operativa, con su local en el café de la calle Capitán Galán, 9. Su presidente era Jesús Torres y el secretario Maximiliano Puertas[12]. El mismo Torres, junto a María Santamaria y Baldomero Hierro, fueron detenidos el 8 de enero por que las autoridades pensaban que iban a participar en la insurrección anarquista que tuvo lugar en muchos puntos de España. Sin embargo, en Cardona no había ningún plan subversivo.

A comienzos de 1933 la CNT de Cardona se intentaba reorganizar. El Sindicato volvió a mudarse de local, a la Plaza Enrique Domingo, 15, bajos, y aun así no dejaban de padecer detenciones. En marzo de 1933 la CNT de Cardona tenía 475 afiliados, representados en el Pleno Regional por Jesús Torres. Éste marchó del pueblo poco después instalándose en Andorra, donde jugó cierto papel en unas huelgas en aquel pequeño país [13].

A pesar de la crisis en la que estaba sumido, el Sindicato Único Minero todavía fue capaz de efectuar movimientos huelguísticos como el de abril de 1933 – cuando 139 mineros se encerraron a una galería de la mina a 700 metros bajo tierra durante dos semanas. En las huelgas la postura del Ayuntamiento estaba claramente del lado de la represión [14]. Y, en mayo, la mina, explotada por la empresa Unión Española de Explosivos, decretó el lock-out despidiendo a toda la plantilla para readmitir a los trabajadores más dóciles. Debido a esto un grupo de mineros de la UGT logró implantar su organización sindical. A los 44 mineros de la CNT despedidos la Guardia Civil los acosaba continuamente si los veía en la calle [15].

La presión contra la CNT era tan grande, que los guardias incluso entraron en el local sindical clausurado y tiraron todos los muebles a la calle destrozándolo todo [16]. Noticias de este tipo llenaban las páginas de Solidaridad Obrera, que contaba con corresponsales de Cardona. Y como era de esperar, impulsaban a los revolucionarios a realizar medidas extremas para vengar todas las afrentas y humillaciones.

El 8 de diciembre de 1933, un grupo compuesto por Martín Zomeño, Juan y Gaspar Lorente, José y Ramon Alcaide, Cristóbal Clemente y Joan y Ramon Fortich patrullaron las calles del pueblo, infundiendo “el pánico entre la gente de orden”[17]. De esta forma Cardona se sumó a la insurrección anarquista que tuvo lugar aquel día en numerosos puntos de España. A partir de ese momento la CNT dejó de tener actividad pública.

En enero de 1934 se celebraron elecciones municipales, venciendo la lista de ERC por 860 votos a 762 de la Lliga. Joan Torrents Macià fue elegido alcalde.

Volviendo al conflicto minero, en marzo de 1934 los 800 mineros volvieron a hacer huelga y 44 de ellos se encerraron. Esto tuvo consecuencias a raíz de los hechos de Octubre de 1934 y un centenar de mineros serían despedidos posteriormente.

En aquellos días de Octubre, el mayor temor de las autoridades republicanas era que la FAI se hiciese con el control del pueblo. La Guardia Civil había abandonado la localidad para controlar Súria, el día 6, y no llegó hasta varios días después. Mientras tanto, el somatén patrullaba las calles para evitar incidentes. Hubo diversos detenidos, como el mismo alcalde[18]. A continuación, se hizo cargo del Ayuntamiento una comisión gestora dirigida por Joan Torras Pujol, anteriormente alcalde en 1931.

Quizás no se entienda este periodo sin ver el alcance del anarquismo local, que era el motor de la CNT. En el pueblo existía una federación local de la FAI compuesta por grupos de afinidad creados entre 1932 y 1934 que se anunciaban en las páginas del Tierra y Libertad: Adelante, Justicia y Libertad, Amor y Libertad y el grupo artístico libertario Luz y Armonía. Es decir, aproximadamente unas 40 personas, que a su vez tenían una proyección en un número de personas mucho mayor. La CNT había perdido la hegemonía (a pesar de que todavía conservaba la mayoría sindical), pero a la vez había fortalecido su naturaleza político-sindical. Si la CNT tenía unos 500 afiliados, habrá que tener en cuenta a partir de ahora que estos ya se identificaban con el modelo de sociedad del anarquismo.

Después del periodo de clandestinidad de 1935 – derivado de los hechos de Octubre – ERC tomó la iniciativa y se acercó a La Coromina para pedir que los mineros y sus familias votasen en las elecciones de febrero de 1936. La CNT no tomó ninguna decisión como organización, pero no veía con malos ojos el hecho de votar en esta ocasión (recordamos que la mayoría eran familias recién llegadas de otras tierras). Se veía muy necesario regresar a una situación de legalidad y los votos cenetistas fueron claves para derrotar a la derecha en Cardona. Por lo tanto, gracias a la CNT el Front d’Esquerres ganó las elecciones de febrero de 1936, superando a la derecha por 1.168 a 966 votos. Por entonces, en el pueblo había censadas 6.582 personas.

En aquel año en el Congreso de Zaragoza asistió Martín Zomeño como delegado del Sindicato Único Minero, que ahora representaba a sólo 200 afiliados. Podemos constatar una gran caída que, no obstante, se recuperó semanas después llegando en julio a una afiliación parecida a la de 1933. Es un error muy común entre los historiadores del movimiento obrero – quizás basándose en las opiniones de diversos líderes de izquierda como Andreu Nin o Joaquín Maurín, que casi daban por muerta la CNT – no tener en cuenta la situación de anomalía política que vivía el país en 1936. Hacía unas pocas semanas que había vuelto la normalidad y muchos sindicatos estaban en plena fase de reestructuración o, incluso, de refundación, de forma que para el Congreso de Zaragoza la CNT estaba lejos de estar a pleno rendimiento [19].

La CNT hizo diversos mítines y conferencias, destacando el de mayo de Mariano Vázquez, Joaquín Pérez Rubio y Juan Montserrat. En aquella época el problema social más grave era el de la industria textil. Dos fábricas estaban cerradas, y 600 trabajadoras y trabajadores estaban sin ingresos. Además, la UEE había recortado la semana laboral a tres días.

Si la CNT tenía dos centenares de afiliados en mayo, el Centre d’Esquerra Republicana de Cardona contaba con 253 socios, enviando a Melitó Sant Grall y a Joan Fábrega Riu como delegados a su congreso nacional de mayo del 36. Estos republicanos se decantaron a nivel sindical por la UGT[20]. Aunque el local del Centre era utilizado en mítines y asambleas tanto por la CNT como por la UGT.

Guerra y revolución

De este modo llegamos al 19 de julio. En aquellos momentos los anarquistas no disponían de más de tres pistolas, marca “Búfalo”. Los militantes de ERC tenían otras tres pistolas “Walther”, pero le dieron una a Ramon Fortich, según sus memorias. A continuación, los anarquistas asaltaron la armería y desarmaron a los guardias jurados de la mina, al somatén y a cualquier persona de derechas que tuviese armas en su casa. Unos días después llegaron algunas armas procedentes de Manresa. Al grupo de guardias civiles que había en el pueblo se los encerró en su piso y días más tarde se los envió a Manresa porque los mineros no los querían en el pueblo.

En Cardona la situación quedó bajo control y el día 20 de julio un grupo de mineros mal armados marchó a Solsona, donde la situación no estaba nada clara por la fuerte presencia de personas de derechas. Zomeño y Ramon Fortich, delegados del grupo, enviaron al obispo a Andorra acompañado de personas al mando del alcalde Francesc Viadiu para evitar posibles represalias sobre él. Del mismo modo, el mismo día 20, llegó un grupo de milicianos de Súria que arengaron a la población desde el balcón de la Casa Consistorial instándola a hacer la revolución. Otro aspecto de la llegada de la guerra al pueblo fue el envío de un camión con seis toneladas de explosivos a Barcelona, el mismo 20 de julio.

El odio contra la Iglesia provocó el incendio de la iglesia de Cardona ocurrido el día 24. Fortich recuerda que el párroco en las misas de los años 1930, en sus sermones, “echaba sapos y culebras” contra la CNT. Per también los libertarios recordaban que “el pueblo no puso muchos esfuerzos» en quemarla, aunque el templo sufrió importantes desperfectos.

Durante los días de julio y agosto funcionaron en el pueblo dos comités: el de Cardona y el de La Coromina. Uno estaba dirigido por el Ayuntamiento (en manos de ERC) y el otro por la CNT. A finales de agosto los dos comités se fusionaron pasando a estar dirigidos por el alcalde republicano Josep Torrents, pero teniendo mucho peso en él los sindicatos[21]. Estos controlaban el Comité de Defensa Local, que estaba compuesto de cuatro miembros de CNT (Agustí Galera, Martí Zomeño, Josep Cortés y Manuel Medran) y tres de UGT.

Dice la Causa General que los dos comités se unificaron gracias a los esfuerzos del alcalde Josep Torrents Maciá y Conrad Batlle Coma (detenido en Octubre de 1934). El comité municipal de Cardona y el Tribunal Popular que conformaban también los mismos, desde finales de agosto de 1936 los formavan Emili Esteve Corretjer (ERC), José Navarro Vergara (CNT), Ginés López (CNT), Martín Zomeño (CNT), Josep Vila (UR) y Joaquim Martí Viola (ERC)[22].

Las expropiaciones fueron inmediatas dado que algunas personas de derechas abandonaron el pueblo. De este modo se expropiaron algunos comercios que serían agrupados en la Cooperativa Única Popular, cuyo el local estaba situado en la casa del exalcalde Joan Torras. El comercio y los servicios del pueblo fueron socializados entre los dos sindicatos. El sindicato UGT se instaló en el edificio de las Carmelitas, mientras que la CNT lo hizo en el Patronato Obrero. Y por supuesto, fueron colectivizadas las fábricas (La Plantada, el Paperer y La Costa) y las minas (Unión Española de Explosivos, que después se llamará Explotaciones Potásicas Colectivizadas). La UGT desde la consejería de economía impulsó una cooperativa de construcción y también controlaría el transporte mediante otra cooperativa.

La industria no pudo ser socializada bajo un plan de conjunto, como proponía el cenetista Zomeño desde el Consejo Municipal. La propiedad privada todavía tenía un peso fuerte a la sociedad cardonina de 1936-37, y ERC era su máximo defensor a nivel local, negándose a ir más allá de la mera gestión colectiva de las fábricas. Además, la carencia crónica de materias primas hacía que las fábricas sólo pudieran operar tres días en la semana. Por lo tanto, las empresas colectivizadas daban una imagen de precariedad e improvisación, puesto que los cuadros partidarios de la colectivización de las empresas no tenían mucha formación y las materias primas no llegaban. Las agrupaciones locales de ERC, como la de Cardona, se escudaban en la legalidad de la Generalitat para no adoptar la socialización del comercio, aceptando a regañadientes las colectivizaciones de empresa llevadas a cabo a partir del Decreto de Colectivizaciones.

Otro factor a tener en cuenta era que en el campo cardonino no arraigó el espíritu colectivista y los campesinos no simpatizaban nada en absoluto con aquellos “ateos, extremistas y dinamiteros” de la CNT y, en el caso de Cardona, además veían como extranjeros. La mayoría del campesinado local ingresó en Unió de Rabassaires [23]. Aun así, un grupo de labradores formó parte del Sindicato de Trabajadores del Campo (UGT) y colectivizaría la finca El Mujal. Los colectivistas (CNT, UGT y POUM) respetaron las fincas pequeñas, pero se incautaron de las propiedades de la gente de derechas. En octubre de 1936 hubo un enfrentamiento violento que hizo patente la profunda división entre partidarios y detractores de la revolución en el campo, siendo mayoría los segundos. Tampoco ayudaron mucho las ejecuciones de los derechistas, ya que habían generado un clima de miedo, inestabilidad y división.

Por lo tanto, vemos que existía un conflicto de intereses larvado, que se arrastraba desde 1930 y que estallaría en mayo de 1937.

Aunque antes veamos la composición del Consejo Municipal, aprobada en octubre de 1936: Josep Torrens (ERC), Presidencia; Josep Navarro Vergara (CNT), Defensa y Guerra; Joaquim Martí Viola (ERC), Economía y Finanzas; Martí Zomeño (CNT), Cultura; Ginés López (CNT), Abastos; Manuel Athane (UGT), Trabajo; Paulino Llorente (UGT), Transportes; Ramon Gisperts (ERC), Sanidad; Joan Rovira Sala (UR) i Josep Vila (UR), Agricultura; Zomeño (CNT), también fue el Depositario Municipal.

En cuanto a fuerza sindical, cabe indicar que, tras el Decreto de sindicación obligatoria de la Generalitat, los sindicatos recibieron un alud de nuevas afiliaciones. UGT logró organizar el sector del textil, que fue su bastión, con 550 personas afiliadas en febrero de 1937. En total tenía por aquella época unas 1.200 personas afiliadas[24]. La CNT, por su parte, contaba con 1.355 personas afiliadas (para ver el desglose, ver listados).

Otra cuestión reseñable fueron las milicias. Cardona envió una centuria entera de milicianos con la Columna Tierra y Libertad[25]. La gran mayoría eran mineros de la CNT. Los milicianos de la UGT prefirieron alistarse en la Columna del Barrio.

Los Hechos de Mayo de 1937

Todo empezó a finales del mes de abril con la llegada de un grupo de milicianos de la Columna Tierra y Libertad que volvían al pueblo de permiso. De pronto, llegaron noticias de los enfrentamientos entre revolucionarios y contrarrevolucionarios en la Cerdaña[26]. Algunos milicianos fueron a La Seu d’Urgell desde donde se dirigieron a Bellver. El día 27 tuvo lugar un gran tiroteo en las afueras del pueblo en el que murieron varios cenetistas, entre ellos Antonio Martín, uno de los líderes de la revolución en Puigcerdá. Y en Bellver también murió un compañero de Cardona, Antonio Raja Noguera.

Así que esto electrizó el ambiente entre los revolucionarios cardoninos. De este modo, cuando llegaron las noticias de los enfrentamientos de Barcelona, los revolucionarios de Cardona tomaron el control de la centralita telefónica y establecieron una estrecha vigilancia en todo el pueblo. Los Hechos de Mayo de Barcelona fueron conocidos de primera mano por los militantes de la CNT de Cardona puesto que en el momento de producirse había una delegación cardonina que estaba negociando cuestiones de la mina en la ciudad condal. Participaron en las barricadas de Barcelona y el día 4 estaban de regreso en el pueblo.  

En este ambiente de gran tensión los cenetistas notaron movimientos sospechosos de miembros de las JEREC(Joventuts d’Esquerra Republicana i Estat Català)y de los rabassaires. De hecho, el consejero de Defensa, Josep Navarro (de la CNT), descubrió que otro consejero de ERC llevaba unos fusiles tapados con una lona, cosa que hizo saltar todas las alarmas.

En la tarde del 4 de mayo, en el local de los rabassaires y del JEREC, se reunieron unas 150 personas para efectuar un acto político. En este acto se escuchó la radio, desde donde se informaba – como no podía ser de otra manera – de la situación de Barcelona. De manera que los libertarios pensaron que se trataba de un complot para tomar el pueblo (como había pasado en Barcelona o en la Cerdaña) y actuaron de inmediato. Tras la finalización del acto un nutrido grupo de cenetistas armados fueron al local y se situaron afuera. De repente, alguien desde dentro efectuó unos disparos de fusil desde las ventanas del local ocasionando un muerto, José Torres Martínez, de la CNT. Los cenetistas, fuera de sí, atacaron el local con fusiles y dinamita hasta la rendición de todo el mundo. En el tiroteo se produjo otro muerto, un rabassaire [27], y dos heridos. El ataque estaba dirigido por el antes mencionado Jesús Torres Martínez, presumiblemente hermano del caído [28].

Acto seguido, en la noche del 4 al 5 de mayo los libertarios dirigidos por el consejero de Defensa, Josep Navarro, tomaron el control del pueblo y detuvieron a diecisiete miembros del bando catalanista fruto del enfrentamiento del día anterior, pero posteriormente esta cifra sería más grande, llegando a unos 25 individuos, detenidos en sus domicilios. Se los impuso multas de entre 500 a 1.000 pesetas con objeto de pagarle 3.000 pesetas a la viuda de Raja y 3.000 a la de Torres.

El día 5 se celebró una sesión extraordinaria del Consejo Municipal. El alcalde Torrents dimitió y todos los consejeros de ERC y UR se retiraron igualmente como protesta. El día 7 de hizo otro pleno, donde solamente asistieron los grupos de la CNT, de UGT y del POUM, dándole la alcaldía a Joan Fortich Camps de la CNT.

A efectos prácticos, el nuevo Consejo Municipal quedó controlado por la CNT y la UGT. El consejo incluso emitió moneda propia el 13 de mayo. Al entierro de Torres asistió también la gente del PSUC que, sorprendentemente, en Cardona había optado por la neutralidad, posiblemente esperando momentos mejores. De todas formas, en un informe de la UGT de Súria se da cuenta de la posición ambigua de la UGT de Cardona, que no quiso dar explicaciones sobre los sucesos del pueblo. Desde Súria se opinaba que la organización cardonina “no era de fiar” [29].

Días después se procedió a despedir 20 personas de ERC que trabajaban en las minas, algunos de los cuales eran consejeros municipales dimisionarios. La UGT comarcal denunció el caso en las páginas de UGT, diario de Manresa de su central sindical, ya que estos militantes también eran afiliados suyos.

Todo esto provocó la huida de toda la gente que no era partidaria de la revolución y unas 200 personas abandonaron el pueblo con sus familias encontrando refugio en los pueblos de los alrededores. El caso es que Cardona quedó hasta el mes de julio completamente en poder de los “incontrolados”, como los llamaba el diario El Dia de Manresa[30].

A mediados de junio, un grupo de la guardia de asalto enviado desde Manresa y capitaneado por Marcel Augés intentó tomar el control de la situación, pero fue desarmado. Augés declararía que Navarro lo tuvo encañonado con una pistola y que en estas condiciones lo obligó a llamar a Manresa por teléfono. El comité comarcal de la CNT ordenó la puesta en libertad inmediata de Augés y los guardias. Los de Cardona negaron estas declaraciones.

Unos días después, el 2 de julio, llegó una nueva expedición que – esta vez sí – detuvo a Ramon y Agustí Fortich, a Pombo, Mil, Peñarroya, Navarro y Josep Monegal (presidente del POUM local). Fueron enviados a los juzgados de Berga – ya que el municipio de Cardona dependía del Partido Judicial de Berga. Durante el traslado se les identificaron unos guardias que eran de la CNT de Valencia a fin de tranquilizar a los revolucionarios. A pesar de ello, los confederales no las tenían todas consigo, y veinte compañeros armados protegieron a los detenidos hasta las dependencias de la prisión de Berga. Ramon Fortich recuerda que el comité de apoyo de Berga se portó muy bien con ellos. Josep Ester Borràs les proporcionó incluso pistolas en el segundo día de estar presos. Esto nos indica que los libertarios cardoninos eran muy conscientes del peligro real que constituían las detenciones gubernativas en este verano de 1937, trufado de numerosos asesinatos políticos cometidos por policías o soldados al servicio de partidos contrarrevolucionarios.

El final de la guerra

Esta situación anómala, revolucionaria, duró hasta el mes de octubre. Después de la detención de Navarro y Fortich fue Paulino Llorente, de la UGT, quién asumió la presidencia del Consejo Municipal. Pero a partir de octubre se instaló un batallón del ejército y una unidad del Servicio de Inteligencia Militar, SIM en el pueblo. El Ayuntamiento fue ocupado sucesivamente por dos alcaldes comunistas asignados por la Generalitat: Lorenzo Sanz y José López. Al parecer el nuevo Ayuntamiento creado en octubre no era del agrado ni siquiera de ERC, que denunciaba “la influencia de la derecha” en el nuevo consistorio, del que el partido republicano había sido dejado de lado[31]. Es decir, había una nueva derecha – bajo las siglas del PSUC – que incluso admitía antiguos miembros de Acción Ciudadana, según denunciaban los republicanos.

Sin embargo, aunque parezca contraintuitivo, el pueblo siguió bajo una fuerte influencia Confederal. Así, Ramon Fortich siguió encabezando el comité de control de la mina, la empresa más importante del pueblo, que a partir del 17 de octubre pasó a ser propiedad de la Generalitat, aunque gestionada por el comité de empresa.

En 1938 la CNT pudo celebrar actos y mítines con normalidad y el movimiento libertario incluso creó nuevas entidades tales como la SIA o una escuela racionalista. Según un informe de Manuel Pérez, que le enviaba a la sección de defensa del Comité Nacional, en Cardona los compañeros tenían armas. En los primeros meses la CNT realizó un “mitin-monstruo” al que fue “todo el pueblo”, incluso los guardias y soldados que allí había.

Además, se estaban preparando las defensas de la población ya que el frente se acercaba peligrosamente a la comarca. En la defensa habían colocado explosivos en las minas para volar el pueblo en caso de necesidad. Es obvio que nunca pusieron en práctica esta medida tan extrema. En esta cuestión defensiva, el confederal Manuel Pérez alertaba sobre la presencia en el castillo de 2.000 prisioneros de guerra, cautivos desde la Batalla de Teruel. Incidía en la necesidad de separarlos, dado que un motín o una fuga podría suponer un desastre, y más aun teniendo en cuenta la vecindad de la comarca del Solsonès y su raigambre reaccionaria.[32] 

Por último, cabe reseñar la Fábrica número 10 de la Generalitat. Era una industria de productos químicos destinada a producir clorato de potasa, utilizado como gas tóxico. En agosto de 1938 ya fabricaba 250 kilos al día de este producto letal. Estaba previsto que pudiesen fabricar 1.200. Esta fábrica se debía combinar con la fábrica de bromo de Súria, también dentro de este complejo químico dedicado a la guerra.

Explicación genérica de los Hechos de Mayo

Aprovecharemos el apartado de Cardona para contextualizar los Sucesos de Mayo de 1937[33]. En primer lugar, hay que asumir que a la CNT o al POUM, es decir a las organizaciones revolucionarias, el Alzamiento militar las cogió con el pie cambiado. Esperaban algún tipo de sublevación militar, es cierto, pero no habían trazado ningún plan para el día después de la hipotética victoria. De aquí las improvisaciones continuas, y de aquí la división entre las bases revolucionarias – que querían la revolución social – y los comités superiores – que habían pactado con el resto de fuerzas antifascistas gestionar las instituciones estatales entre todas ellas. Por ello, la CNT entró en el Govern de la Generalitat, en todos los Ayuntamientos o en el mismo Gobierno republicano.

Sin embargo, una revolución socialista (y en gran medida libertaria y sindicalista) en Europa Occidental no era del agrado de ninguna potencia europea, y menos de la Rusia de Stalin. Dado que la Unión Soviética fue la única potencia que apoyó la República – hablamos de ‘potencia’, ya que algunos estados como México también la apoyaron, pero no tenían la potencia militar de Rusia. Stalin pudo pactar las condiciones económicas de la ayuda y también las políticas. Y éstas últimas pasaban por liquidar la revolución. Como los comunistas entendían que la revolución era un proceso bastante arraigado entre las masas lo fueron erosionando poco a poco.

Centrándonos en Catalunya, la política estalinista consistió en ampliar el PSUC, controlar la UGT y atraer a aquellas clases medias que antes de la guerra eran apolíticas, liberales o incluso de derechas. Atacó los progresos revolucionarios desde la propaganda, pero también mediante fórmulas indirectas. Como no se podía oponer abiertamente a la CNT en 1936, en diciembre comenzaron una fuerte campaña de desprestigio de los comités de barriada que provocó un control estatal de los abastos por parte de la Generalitat. De forma inmediata aparecieron colas en las panaderías, que fueron achacadas por la propaganda a un inexistente acaparamiento por parte de los comités de barrio.

Asimismo, iniciaron una campaña centrada en algunas colectividades cenetistas, cosa que enrareció el ambiente. Los sucesos de La Fatarella en los que los revolucionarios respondieron muy violentamente a las provocaciones, significaron el desprestigio de la Revolución a ojos de parte de la ciudadanía. En la primavera de 1937 las provocaciones fueron constantes, tanto en la retaguardia como en el Ejército, llegándose a diversos choques e incidentes.

En paralelo la Generalitat comenzó a divergir en torno a dos posturas. La primera, planteada por Tarradellas, pretendía continuar con una alianza con el sector moderado de la CNT (en especial con Abad de Santillán, Federica Montseny y Mariano Vázquez), con quien se entendía bien. La segunda, ahora liderada por Companys, deseaba construir un “gobierno fuerte” cuyos decretos no fuesen puestos en duda constantemente. Esta línea estratégica encontró un valioso aliado en el PSUC. Para el PSUC no había posibilidad de un “estado fuerte” para ganar la guerra sin haber desarmado y eliminado políticamente la CNT y el POUM.

El incidente más grave de ese tiempo fueron los sucesos de Bellver de la Cerdanya, a finales de abril. Debido a este enfrentamiento el Estado volvía a controlar las fronteras. Es decir, fue un preludio de lo que tuvo lugar en Barcelona días después. El 3 de mayo la Guardia de Asalto atacó el edificio de la Telefónica de Barcelona, controlado por la CNT. En contra del plan de la policía, los trabajadores de la Telefónica resistieron y fueron socorridos por los milicianos de los alrededores. Al final del día la batalla se había extendido a todo Barcelona y amenazaba con extenderse a más lugares. Sin embargo, todos los ámbitos del Estado presionaron intensamente a los comités superiores de la CNT, que el día 4 realizaron una intervención radiofónica decisiva para desactivar la batalla en las calles. Esa batalla aún duró varios días más, pero ya estaba todo decidido.

A nivel político hubo un claro ganador: el PCE y el PSUC. Gracias a que la CNT se tambaleaba en Catalunya, también lo hizo el Gobierno de Largo Caballero y éste fue sustituido por el de Juan Negrín, mucho más proclive a escuchar los consejos de los soviéticos. En Catalunya, aunque aparentemente el Govern de la Generalitat proseguía con los mismos consejeros, el comunista Comorera tomó la consejería de Economía, en lugar de Abad de Santillán, que la había dirigido hasta entonces. Desde allí se paralizó el proceso revolucionario, aunque ya venía tocado de antes.

El Govern de la Generalitat acabó haciendo caso a los estalinistas e ilegalizó el POUM, partido marxista revolucionario, cuya eliminación era prioritaria para el PSUC. Otra víctima fue la CNT, que se enfrentó internamente. Al perder el sentido de la lucha, muchos jóvenes idealistas se alistaron en el Ejército Popular.

Pero los Hechos de Mayo continuaron en agosto en Aragón, con la disolución de las colectividades agrarias. Y en Catalunya hubo una oleada de detenciones de revolucionarios, algunos implicados en las actuaciones de los comités del verano de 1936. Esto se aderezaba con una potente campaña contra aquellos comités, que la prensa del año anterior había presentado como héroes y ahora presentaba como hordas de asesinos. Eventualmente la última derrotada fue la propia Generalitat que perdió competencias paulatinamente y cuando se instaló el Gobierno de la República en Barcelona dejó de tener soberanía alguna.

En el fondo los Hechos de Mayo significaron la frontera entre luchar por una revolución o luchar simplemente para que no venciese el adversario fascista. De ahí el cansancio general de la guerra, o de entender como un sinsentido la consigna de resistir a ultranza, auténtica bandera del Gobierno de Negrín. A partir de entonces la retaguardia se llenó de desertores. Las montañas y bosques se llenaron de emboscados que esperaban pacientemente el desenlace de la guerra. En esos momentos la gran mayoría de ellos ya simpatizaba con el bando nacional.

Conclusiones

En los años 1930 de Cardona, hemos visto cómo una situación de desigualdad estructural – las condiciones de la mina – provocaron una oleada de protestas que empoderó a la clase trabajadora. Este empoderamiento fue enfrentado con gran dureza, achacando las protestas y huelgas a la acción de unos pocos revoltosos. Esta actitud agresiva enconó las posiciones de la CNT que encabezó (o permitió) diversas intentonas revolucionarias. A la vez, estas inquietudes de hacer la revolución provocaron que la Confederación perdiese su sector moderado, vehiculado muy posiblemente a través del Centre d’Esquerra Republicana.

El treintismo no arraigó en Cardona. Quizás los militantes de la FAI lo impidieron. O quizás no había nadie capaz de organizar un sindicato con esa tendencia. Lo que sí que pudo arraigar fue la UGT, que tomó como ámbito de actuación el sector textil, sector que en otros pueblos fue treintista. No pudieron tener organización en la mina hasta 1936. Ignoramos los motivos de su entrada en escena en la mina, pero se pudo haber debido a la llegada de personal procedente del norte de España, más afín al socialismo.

Los puentes entre la CNT y ERC, rotos desde 1931, se reestablecieron en febrero de 1936. Sin embargo, esta alianza apenas aguantó al verano y las diferencias fueron insalvables. En la primavera siguiente el choque se veía venir, hasta que se produjo en mayo.

La memoria de los Hechos de Mayo de Cardona no fue recogida por la historiografía cenetista tal vez porque los sucesos de Cardona iban en contra de la línea oficial de la CNT. Sin embargo, tampoco fue un motivo de especial orgullo para los militantes que lo protagonizaron. Muy probablemente esto se deba a que la actuación de mayo fue espontánea y no estaba en absoluto preparada y no pudo ser ni evaluada ni teorizada de forma colectiva en el exilio.

Los revolucionarios cardoninos no eran conscientes de lo que estaban haciendo puesto que, de haberlo sido y de haber querido continuar con la revolución, el paso siguiente hubiera sido contagiar todo el Alto Llobregat y el Cardener – un territorio central en Cataluña. Tampoco buscaron aprovechar la situación para imponer las medidas socializantes que se les había denegado en los meses anteriores. No fue la única respuesta en comarcas. El propio diario UGT de Manresa, comenta sucesos similares en la Plana de Vic, en Figueres o en Amposta. También hubo incidentes en Ripoll, Lleida, La Seu d’Urgell o en las comarcas de Bajo Aragón y Matarraña, en Teruel.

Expulsar del consejo municipal a ERC y UR – técnicamente fue una autoexpulsión que se justificaba por la acción coactiva de los revolucionarios – fue producto de una serie de factores: la tensión política entre catalanistas y cenetistas, la tensión entre los campesinos, comerciantes y los mineros, la tensión entre revolucionarios y contrarrevolucionarios, la tensión entre catalanes y castellanos, el envío solidario de ayuda en Puigcerdá, los muertos de unos y de otros… todo esto desembocó en un choque armado. Por último, hacer notar la connivencia del POUM y de la UGT (al menos de sus líderes) con las acciones de la CNT en ese episodio.


[1] Según FORTICH, Ramon. Apuntes históricos de la Cardona bimilenaria e historiografía del 14 de abril de 1931 al 1 de febrero de 1939. Se puede encontrar el manuscrito en fondo Pedro Flores, Carpeta IX. Arxiu Comarcal del Bages y en Arxiu Històric Municipal de Cardona.

[2] Solidaridad Obrera, 07/05/1931

[3] Solidaridad Obrera, 24/07/1931

[4] SERRA, Jaume (1988): p. 43

[5] Martínez, Agustí. La vaga de les nou setmanes a les mines de Cardona l’Any 1931. Revista Cardener. pp. 13-20

[6] Solidaridad Obrera, 13/08/1931

[7] Antonio Alias, presidente del Sindicato en septiembre, informaba de la recepción de 670 pesetas de ayuda. Se puede ver la lista de sindicatos contribuyentes en Solidaridad Obrera, 22/09/1931, p. 6

[8] Borderías, Cristina (1977): p. 82.

[9] Serra, Jaume (1988): p. 55

[10] Solidaridad Obrera, 02/03/1932, p.1, cita los nombres de los presos gubernativos. De Cardona eran Ginés Clemente, Gabriel Piedra, Bartolomé Escanes, Francisco Muñoz, Juan Simón y Antonio Perellón. El sindicato permaneció clausurado hasta agosto.

[11] Solidaridad Obrera, 30/10/1932

[12] Solidaridad Obrera, 17/11/1932

[13] Gómez, Miguel (2020). Huelga en los Valles. La CNT en la Revolución de Andorra de 1933. Ser Histórico. https://serhistorico.net/2020/09/20/huelga-en-los-valles-la-cnt-en-la-revolucion-de-andorra-de-1933-miguel-g-gomez/

[14] Solidaridad Obrera, 14/04/1933. El alcalde declaró que “Si el somatén dispara tendremos que sentirlo todos, porque no disparará al aire si no a dar”.

[15] Solidaridad Obrera, 25/06/1933

[16] Solidaridad Obrera, 10/10/1933

[17] Fortich, Ramon. Op. Cit.

[18] Otros detenidos fueron Conrad Batlle Comas, José Muñoz Pardo (CNT) y Antoni Sala Artigues (consejero de ERC).

[19] La Junta del sindicato estaba compuesta por Antonio Campos, Diego Asensio, Ginés Molina Sánchez y Rodríguez.

[20] Tenemos la composición de la Junta de la UGT: Manuel Athane Gómez, presidente; Juan Sánchez Fernández, vicepresidente; Paulino Llorente Lucas, secretario; Francisco Malpica Giménez, vicesecretario; José Campos Sánchez, tesorero; Alfonso López Palmero, contador; Vocales: Manuel López Medel, José Galindo Martínez, José González Ruiz, Diego Bazán Aranda, Manuel Durán Prieto y Antonio Ortiz Montserrat. Comunicacions amb l’Ajuntament. Arxiu Històric Municipal de Cardona.

[21] Composición del Comité de La Coromina (agosto ’36): Milicianos: Ángel Miralles Cerezo, Antonio Sánchez Fernández, José Botella Gil, José Hernández Urrutia, Juan Torres Cruz, José Ayala Martínez, Juan Martínez Hernández, Francisco Delgado Tapias, José Pombo Samo y Vicente Ceral González; CNT: Rafael Nevado Martínez, Antonio Castell Vallés, Antonio Gómez Giménez, José Hernández Escanez, Francisco Martínez Ponce, Pedro Brocas Martínez, Lorenzo Sanz Paredes; POUM: José Monegal Muixí (que también ejerció en el comité de la villa); JJ.LL.: José Ramírez Martínez y Melitón Sol Camps (que también pertenecía a los rabassaires).

Comité de Defensa: Juan Sallarés Rosell, Clemente Segura, Antonio Peñarroya Millán, Agustí Fortich Camps y José Navarro Vergara; y Comité de enlace: José Herrada Rodríguez, Salvador Muñoz Méndez, Cristóbal Clemente Campoy, Juan López Moreno, Antonio Vicente Baraza, Agustín Galera González i Victoriano López Acosta. (C. General fs. 24 i 25).

Además, en la Causa General aparecen otros nombres de patrulleros o milicianos: Lucinio Ruíz Soliva, Jesús Torres, Antonio Salinas, José Rebolledo Rubio, José Fernández Sánchez, Antonio Raja Noguera, Muñoz Zamora Caramona; Cristóbal Clemente (padre), Pedro Bracas, Luis Martínez Martínez, José Martínez Vivancos, José Jordán Teruel, Benito Vilalta Arnau y Ginés Bartes Sitjes (C. General, fs. 24, 34 i 35).

[22] También estaban representadas las organizaciones, CNT: J. Cortés i José Herrada; UGT: Manuel Athané, Paulino Llorente, Francisco Malpica y Miguel Sagret; ERC: Josep Costa; Rabassaires: Miquel Parcerissa, Melitón Sol Camps y Joan Rovira Sala.

[23] La Causa General ofrece nombres de militantes destacados de UGT: Joan Serra Agut, Emili Homs Bertran, Florenci Traveset, Joan Torrentallé Miralles, Josep Jordana Font, Antoni Planas Closa, Josep Villaró Riba y Josep Munt Espluga.

[24] Tenemos su lista de afiliados por sindicatos en febrero de 1937: Construcción, 33; Transporte 50; Mineros, 300; Carniceros, 17; Metal, 100; Fabril y Textil, 550; Vestir, 13; Espectáculos, 18; Panaderías, 12; Dependientes, 30; Técnicos de hilatura, 20. En septiembre su número era un poco mayor, pero no disponemos de todos los sindicatos completos.

[25] Tenemos recogidos los nombres de entre 80 y 90 milicianos de Cardona.

[26] Para más información sobre estos hechos, Gascón, Antonio y Guillamón, Agustín (2018). Nacionalistas contra anarquistas en la Cerdaña (1936-1937). Descontrol

[27] Sin embargo, no se ha obtenido el nombre de este individuo. Entra dentro de lo posible que no muriese.

[28] Información extraída del proceso penal efectuado por el juez Alfonso R. Dranguet de Berga, Apuntes aclaratorios para la correspondiente instrucción del sumario Nº 14 del 1937 del juzgado de Berga, Sobre rebelión en Cardona el día 5 de mayo último pasado. CDMH, Salamanca. PS-Madrid, legajo 462, 27, doc. 16

[29] Suria, a 14 de mayo de 1937. CDMH, Salamanca, Político-Social de Barcelona, leg. 771, 4 páginas 1 y 2.

[30] Esta revuelta, casi única en Cataluña, se puede ir siguiendo en las páginas del diario El Dia (diario de Esquerra Republicana de Manresa) de los días 5, 15, 18, 20, 22 de mayo y del 10 y 12 de junio.

[31] El Dia, 13/10/1937, p. 1 y 2.

[32] 7 de abril de 1938. Al Comité Ejecutivo. Manuel Pérez. CDMH (Salamanca). Político-Social, Madrid, C 543, Exp. 54.

[33] Esta tesis se puede comprobar en los libros de Guillamón Iborra, Agustín (2017). Insurrección. Las sangrientas jornadas del 3 al 7 de mayo de 1937. Descontrol. Guillamón Iborra, Agustín (2017). La guerra del pan. Hambre y violencia en la Barcelona revolucionaria. Descontrol; Guillamón Iborra, Agustín (2015). La represión contra la CNT y los revolucionarios. Descontrol; Guillamón Iborra, Agustín (2013). La revolución de los Comités. Descontrol y Aldarull; Guillamón Iborra, Agustín (2010). Barricadas en Barcelona. Espartaco Internacional. Orwell, George (2003). Homenaje a Catalunya. Destino. Peirats, Josep (1972). La CNT en la Revolución española. Ruedo Ibérico.