Otro asunto que no se ha pretendido ocultar en este estudio es la actuación de los comités y patrullas en los primeros compases de la guerra. Forma parte de la memoria histórica y no se puede ignorar. Pero también nos sirve para entender qué sectores políticos tenían las armas en cada pueblo, así como la idiosincrasia de las víctimas. Es decir, tratar de dilucidar los motivos de sus asesinatos, aunque eso requiera una obra aparte. De alguna manera, también nos sirve para establecer qué sector tenía el poder político en cada caso concreto.
Para comprender los comités y la violencia que desplegaron, hay que tener en cuenta el factor “ambiental” y psicológico que le afectaba a cada comunidad para realizar las acciones que realizaron en aquellos años.[1] Veremos en estas páginas numerosos agravios, desigualdades y humillaciones consideradas como “de clase”, que dividían la sociedad entre opresores y oprimidos. Es evidente que estas situaciones se han dado en otras épocas, sin embargo, lo singular de los años 1930 fue que esa parte de la sociedad que se sentía oprimida tuvo ocasión de desquitarse en el verano del 36. Por ello fueron unos meses (de julio a octubre) llenos, no solo de ajusticiamientos de personas que entrarían dentro de la categoría de enemigos directos de la República (por ejemplo, aquellas personas que se iban a sublevar en caso de haber ganado los suyos – que las hubo –, tales como fascistas, carlistas o falangistas o ciertos guardias y militares retirados con ideas reaccionarias conocidas), sino de asesinatos y expropiaciones realizadas “por Justicia” – así con mayúsculas – que no pretendían reparar hechos concretos sino una situación estructural y simbólica. En este aspecto fueron la Iglesia y su gente quien se llevó la peor parte, aunque también habría que destacar la represión recibida por industriales y propietarios de todo tipo o contra aquellos alcaldes, jueces y secretarios municipales que participaron en la represión de Octubre de 1934.
En muy pocos casos se podría decir que la violencia revolucionaria fue arbitraria. Pero como en todo, hubo quien se aprovechó de la situación para su provecho personal o para realizar venganzas particulares. Por ello las organizaciones revolucionarias publicaron constantes llamadas al orden desde la prensa comarcal y catalana. Por contra, se caricaturiza en la actualidad a las patrullas milicianas de retaguardia como si hubiesen sido organizadas por expresidiarios o criminales, aunque eso no sucediese así.
Un asunto que se suele pasar por alto es el carácter plural de los comités antifascistas de aquel verano. A menudo se los adscribe a la CNT-FAI sin pararse a pensar quien los componían. Por ello, en estas páginas iremos comprobando que los comités fueron grupos compuestos por militantes de todos los partidos y sindicatos antifascistas que existían en cada población. Además, estos comités actuaban según el mandato de la Generalitat de dominar la retaguardia al precio que fuese, ya que el 21 de julio Lluís Companys firmó el decreto de la creación de los comités[2] constatando que se necesitaba al pueblo en armas si es que se pretendía derrotar al ejército sublevado. De manera que los comités fueron organismos legales encargados de “liquidar el fascismo”, según palabras del decreto. Cada comité obró de forma autónoma haciendo lo que estimó conveniente para cumplir su mandato – que era también el mandato de sus propias organizaciones y una exigencia de su base social. Así que unos comités lo hicieron de forma sangrienta, y otros sin víctimas mortales, aunque imponiéndose por las armas.
Por todo lo anterior, pretendemos desmontar el mito, que “la FAI hizo tal cosa”, que no deja de ser una falsedad histórica en muchos casos. Se trata de un “hombre de paja” que se utiliza para indicar que la violencia fue cosa de forasteros que no tenían nada que ver con la “tranquilidad” que vivían “nuestros” pueblos. Pero veremos que de tranquilidad nada de nada. Los años de la década de 1930 fueron una época muy efervescente en todas partes.
Respecto a la FAI, cabe indicar que solo había 19 grupos anarquistas en el Alto Llobregat y que gran parte de sus militantes eran personas de la localidad. Así que hablar de la FAI como una organización de “forasteros” también sería otro mito fácilmente desmontable viendo los apellidos de sus componentes. Cierto es que el grito de “viva la FAI” se había hecho muy popular, y muchas veces era dicho por personas que no pertenecían a esa organización. Era una adscripción simbólica a la revolución.
Otro factor, que se olvida es el conflicto rabassaire y, como veremos, no fue poca su violencia en las poblaciones pequeñas. Violencia que tuvo mucho que ver con una respuesta colectiva a la represión de los propietarios de la tierra contra ellos tras la derrota de la Revolución de 1934. No nos podemos olvidar de ERC y Estat Català, que mantenían una pugna a gran escala con la Lliga Regionalista y los carlistas, que en algunas ocasiones acabó a tiros, sobre todo a partir de 1934. El comienzo de la guerra también fueron un período en el que su militancia aprovechó para el desquite.
A estas alturas no puede ser que todavía todo el peso de la violencia revolucionaria de 1936 siga recayendo sobre los anarquistas, como si el resto de republicanos no hubiesen participado. Nònit Puig, dirigente rabassaire y militante destacado de ERC, dirigió con puño de hierro las patrullas milicianas de Manresa realizando numerosas acciones en toda la comarca. Por ello se convirtió en el terror de reaccionarios, capellanes y fascistas.
Es obvio que existe un afán de leer la Guerra Civil desde los contextos actuales, que olvidan oportunamente algunos aspectos y resaltan otros a conveniencia. No obviaremos en esta obra la sensación de pánico que tuvo que sentir la población partidaria de la derecha, pero entendemos que al mismo tiempo la población de izquierdas estaba envalentonada y sus sectores más entusiastas – y exaltados – exigían el empleo de una violencia justiciera, reparadora de viejos desagravios, igual que ocurre en todos los momentos de catarsis colectiva.
Sea como fuera, la derecha también tuvo una participación activa en el levantamiento en muchos lugares. En el Bages incluso tuvieron su complot. En las ciudades, en 1936, hicieron actividades de paqueo y de sabotaje; en el campo, a partir del verano de 1937, se emboscaron en lugares poco concurridos, formaron redes de evasión hacia Francia y realizaron informes de inteligencia militar para el enemigo. Al final de la guerra el Ejército Nacional disponía de unos pocos miles de soldados de origen catalán que se habían pasado al otro bando. Es decir, que desde el primer momento existió una connotación violenta entre las derechas, ya fuera de forma activa o pasiva. Contra estas actividades se alzó la llamada represión republicana.
En definitiva, que uno de los aspectos derivados de la revolución fue la violencia política y como tal, aparece reseñado en esta obra.
Así pues, tras esta introducción podremos leer municipio por municipio y tener la capacidad de comprender las particularidades. No se esperen estudios excesivamente detallados, puesto que de muchos lugares no existe suficiente documentación o fuentes orales, pero el estudio nos irá dibujando una imagen clara de la República y guerra en el Bages.

[1] Esta idea se puede comprobar en Díez Rodríguez, Xavier (2010). Venjança de Classe. Causes profundes de la violència revolucionària a Catalunya el 1936. Virus Editorial.
[2] El texto del decreto dice así: “La rebel·lió feixista ha estat vençuda per l’heroisme popular i el de les forces lleials. Cal, però acabar d’anihilar a tot Catalunya els últims nuclis feixistes existents i prevenir-se contra possibles perills de fora. Per tant, d’acord amb el Consell Executiu, Decreto:
Primer: Son creades les Milícies Ciutadanes de Catalunya per a la defensa de la República i per a la lluita contra el feixisme i la reacció.
Segon: És nomenat Enric Pérez i Farràs, Cap Militar de les Milícies Ciutadanes de Catalunya.
Tercer: Es nomenat Lluís Prunés i Sató, Comissari de Defensa de la Generalitat, amb les atribucions necessàries per a l’organització de l’esmentada Milícia Popular.
Quart: Queda designat un Comitè d’Enllaç i Direcció de les Milícies Ciutadanes, format per un Delegat que designarà el Conseller de Governació i un altre, designat pel Comissari General d’Ordre Públic, i els representants de les forces obreres i organitzacions polítiques, coincidents en la lluita contra el feixisme.
Cinquè: Arreu de Catalunya i sota la presidència dels Comissaris de la Generalitat o persones que podran designar perquè els representin, es constituiran els Comitès Locals de Defensa, els quals actuaran en tot moment d’acord amb el que disposi el Comitè Central.
Barcelona, 21 de juliol de 1936. Lluís Companys.” DOGC, 21/07/1936 p. 1-2.