En el Archivo Municipal de Sallent se encuentra el libro diario del Comité de Milicias del pueblo.

A raíz de la Revolución Industrial la geografía hizo idónea Sallent para la construcción de fábricas textiles, como la llamada Fábrica de Cal Ramon, cuyo origen se remonta nada menos que a 1806. La villa sallentina sería pionera en el estado español en la instalación de un telar mecánico en la fábrica Cal Torres, fundada en 1814. Más tarde se fundaron otras fábricas, alcanzando la cifra de once en 1860. Entre todas había trabajo para unas 1.200 personas. En 1905, se fundó la fábrica Sala (conocida a partir de los años 60 como Les Culleres – “las cucharas” en castellano – debido a su actividad de fabricación de cubertería). La existencia de estas fábricas, como es lógico, produjo una proletarización del pueblo, que fue atrayendo familias que abandonaban el campo en otras comarcas catalanas para ganarse la vida trabajando de sol a sol en las fábricas.

Las primeras noticias de conflictos laborales en Sallent se remontan a 1850, una época muy temprana donde los conflictos obreros se reprodujeron por toda la comarca del Alto Llobregat. En pocos años alcanzaron alguna relevancia las sociedades obreras de Sallent, puesto que en 1855 enviaron una petición al general Espartero – que gobernaba en España en esa época. Más tarde, en 1868, aquellas incipientes sociedades participaron en el congreso que convocó la Dirección Central de Sociedades Obreras y de esta forma conectaron con aquel movimiento obrero que en esos años pasaba del republicanismo federal al internacionalismo y colectivismo de Mikhail Bakunin. Estas sociedades también ingresaron en 1870 en Las Tres Clases del Vapor, la gran federación obrera del textil.

El primer contacto con la Internacional nos es relatado muy escuetamente. “En Manresa y sus cercanías se trabaja a veces hasta 18 horas… En Sallent ha mejorado algo la situación, merced a la constancia de la Asociación”[1].  A finales de 1873 los conflictos laborales agravarían la difícil situación política que vivía todo el país. Sallent vivió una huelga general que llegó a tener un seguimiento de unas 1.000 personas, cosa que constituía casi toda población trabajadora de por aquel entonces. Sin embargo, como existían partidas carlistas en la zona, y éstas se dedicaban a amenazar a las sociedades obreras, la huelga fracasó. Los carlistas llegaron a atacar violentamente el obrerismo organizado en varios puntos como Sallent o Manresa.

Dejando atrás el llamado Sexenio Democrático, el movimiento obrero y el libertario tuvieron que ser refundados de nuevo. El responsable para ello fue el aragonés José López Montenegro. Nacido en Zaragoza, Montenegro, era miembro del ejército en 1868. Desertó para unirse al Cantón de Cartagena en la Revolución Cantonalista y a partir de entonces conectó con la corriente libertaria. Entre 1884 y 1886 lo encontramos en Sabadell junto a Teresa Claramunt – de quien era pareja por aquel entonces – al frente del diario anarcocomunista Los Desheredados. Más tarde se mudó a Sallent.

Una vez en la población del Llobregat, López Montenegro ejerció de maestro, y como tal fundó el Centro de Enseñanza Laica y fue impulsor de una “biblioteca popular” (popular era sinónimo de pública en aquellos momentos). También era masón y estaba firmemente conectado con los movimientos republicano, anarquista y obrero del momento. Con todo esto, en la complicadísima huelga que sacudió el Alto Llobregat de 1890 – mejor dicho, oleada de huelgas – participó en el comité de huelga de la localidad. Más tarde fue delegado por Sallent en un congreso obrero en Madrid que intentó – si bien, infructuosamente – fundar una organización sucesora de la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE).

En su faceta de militante anarquista se sabe que en 1891 existía un grupo llamado La Vida[2]. Realizó varias conferencias sobre la religión y en noviembre de 1891 fue orador de otra en Manresa sobre los Mártires de Chicago junto a Errico Malatesta y Pedro Esteve, que estaban realizando una gira de conferencias por todo el país. En 1896 fue detenido y condenado en el Proceso de Montjuic y cuando salió en libertad emigró a la Argentina. Al regresar de América vivió en Barcelona y murió en la miseria más absoluta.

Volviendo a Sallent, en 1893 se realizó un gran mitin del Primero de Mayo, ya que en Manresa estaba prohibido. Lo organizaban la sociedad de rabassaires y la sociedad obrera local, en donde tenían peso los militantes anarquistas. Sin embargo, el Proceso de Montjuic desbarataría esta alianza entre proletariado industrial, campesinos y anarquistas. Años después, el movimiento lograría reponerse del golpe represivo y en 1899 volemos a encontrar representantes de Sallent en la constitución de la Federación del Arte Fabril y Textil. Al grupo anarquista La Vida lo sucedió en la década de 1900 el grupo Germinal de Estudios Sociales.

Sin embargo, no volvemos a tener muchas noticias de esta población hasta la época de 1918-19. Hasta entonces apenas hay unas pocas referencias en la prensa anarquista como La Tramontana, Tierra y Libertad o Solidaridad Obrera. Lo que tenía más seguidores en estas dos primeras décadas del siglo XX, era el republicanismo. Y conectando con éste, precisamente en el seno de una familia muy republicana nació el libertario sallentino más universal, Joan Puig Elias. Puig Elias fue maestro y fundador de diversas escuelas racionalistas que seguían el modelo pedagógico de Ferrer i Guàrdia. Llegó a la Guerra Civil siendo un reconocido pedagogo y esto lo llevó a encabezar el Consejo de la Escuela Nova Unificada, que fue la primera vez que hubo un sistema educativo público (y en catalán) en Cataluña. Sin embargo, su militancia político-social no se desarrolló en su pueblo natal, que abandonó de joven, si no en Barcelona.

En el Congreso de Madrid de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), de diciembre de 1919, asistió el Sindicato de Oficios Varios de Sallent, con 1.500 afiliados. Se trata de una cifra extraordinaria teniendo en cuenta que la población rondaba las 4.500 personas. El Sindicato se había fundado aproximadamente un año antes, y su secretario era Luis Nanot Guillerón.

Pero es que en aquel año las luchas obreras habían sido durísimas en toda Cataluña. Las huelgas se sucedían – como la de La Canadiense – y los lock-outs patronales también. Tal era así que se abrieron comedores populares: “En Sallent, con la solidaridad que recibíamos establecíamos cocinas donde al mediodía y por las noches los huelguistas podían venir a buscar la comida que querían”[3]. De hecho, antes del congreso de la CNT se produjo uno de estos lock-outs que afectó la comarca.

En 1924, se inauguró el ferrocarril Manresa-Berga-Guardiola que pasaba por Sallent, ayudando a dinamizar económicamente el pueblo. Más tarde se iniciaron los trabajos necesarios para poner en marcha la mina de potasa. En los años 1930 la explotación minera transformó radicalmente la vida de la población. La mina atrajo una oleada migratoria procedente del sudeste peninsular (Murcia, Almería, Granada o Albacete) y del norte (Asturias, Galicia, León y hasta de Portugal), cosa que hizo aumentar fuertemente la población hasta cerca de 5.500 habitantes en 1930. En 1936 se rondaban los 7.000 habitantes.

La Segunda República

La primera huelga reseñable de por aquel entonces ocurrió el 12 de diciembre de 1930. Se trataba de una huelga revolucionaria contra el régimen monárquico de Alfonso XII y fue la que dio pie a los sucesos de Jaca, donde se había sublevado un batallón del ejército. Aquella huelga duró tres días en Sallent.

La implantación de la República abrió todo tipo de expectativas. Y los obreros al organizarse, aspiraban a más. En aquel año de 1931 Sallent – a diferencia de otras poblaciones de la comarca – no tenía grupos anarquistas estables. El movimiento obrero estaba unificado en el Sindicato Único de Oficios Varios adherido a la CNT. Tengamos en cuenta que el movimiento obrero por entonces era plural. Los republicanos tenían mucha presencia en los sindicatos y lo intentaban capitalizar. Durante todo el período republicano ERC y el Partido Federal considerarían la CNT como su sindicato, conviviendo internamente con los sectores anarquistas y sindicalistas. Por ejemplo, en Sallent los republicanos publicaban un semanario llamado L’Opinió Sallentina, en el cual también había pequeñas notas referentes al Sindicato Único, difundiendo sus conferencias o sus asambleas. En un número incluso se hizo una apología del anarquismo[4].

Pero con la República la convivencia estuvo lejos de ser tranquila. En 1931, mientras se producían varias huelgas mineras en Súria y en Cardona y una importante huelga del textil en toda la comarca, en Sallent se desarrolló un conflicto en el ramo de la construcción de derivó en una huelga de 14 semanas. Al parecer incluso el alcalde republicano, Rafael Bonals Colldeforns, apoyó esta huelga. Entre esta huelga, la crisis del ramo del textil y la irrupción de la minería se estaba fraguando un descontento social muy importante.

En aquellos momentos de malestar popular – a finales de diciembre de 1931 – llegaron de gira de propaganda unos representantes del Comité Regional de Cataluña a realizar un mitin. Eran Arturo Parera, Vicente Pérez “Combina” y Buenaventura Durruti. Parece ser que sus discursos fueron muy incendiarios y predispusieron el pueblo para lo que vendría en las siguientes semanas.

La revuelta de enero de 1932

La huelga revolucionaria comenzó en Fígols, comarca del Berguedà, el 20 de enero de 1932. Pronto se extendió a otras poblaciones como Berga, Cardona, Gironella, Súria, Puig-reig, Balsareny o Sallent. En general se paralizó toda la comarca y en varios lugares los obreros controlaron la situación. Uno de ellos fue Sallent.

En esos momentos alguien propuso como santo y seña “Sallent será a la revolución social lo que Jaca ha sido para la revolución democrática”, y parece que tuvo gancho[5]. Los huelguistas habían levantado las vías del tren y resistieron hasta que llegaron 16 camiones del Ejército y tomaron el pueblo a bayoneta calada.

Los revolucionarios habían implantado el comunismo libertario durante dos días. A pesar de la proclama donde amenazaban a quien no estuviera de acuerdo con el programa revolucionario, no hubo actos violentos de ningún tipo. Incluso se respetó el Ayuntamiento por petición expresa del mismo alcalde, que había acudido a parlamentar con los insurrectos. Hay que decir que éstos tenían muy pocas armas. Habían conseguido algunas carabinas y escopetas del somatén y de los vigilantes de la mina. En cambio, disponían de dinamita y de algunos rudimentarios explosivos hechos con botes de conservas.

A raíz de esta insurrección hubo decenas de detenidos[6]. De ellos finalmente nueve serían deportados en el barco de vapor Buenos Aires[7]. La situación de los deportados siempre fue de extrema penuria y fueron tratados en todos los puertos como criminales aun cuando algunos ni siquiera habían participado en los hechos. Compartieron castigo con diversos militantes anarquistas conocidos como Durruti, Francisco Ascaso, Bruno Lladó o Tomás Cano Ruiz. Debido a las penosas condiciones que padecieron los deportados falleció por enfermedad Antonio Solé Falcó, de Sallent. Había sido miembro de la junta del sindicato. Fue enterrado en Las Palmas de Gran Canaria gracias a contribución económica de la Federación Obrera de aquella ciudad (adherida a la UGT). Al llegar esta noticia a Sallent estalló una huelga espontánea en la mina y en la fábrica de Malpás, que era donde trabajaba Solé.

Sin embargo, el sector del textil no quiso adherirse a la misma, cosa que marcaría una diferencia importante. En el Alto Llobregat la CNT se dividió en 1932-1933 entre los llamados Sindicatos de Oposición y los sindicatos seguidores de la línea anarquista revolucionaria. En Sallent, a grandes rasgos, el textil, la construcción y la metalurgia pasaron a la oposición, mientras que la minería y los transportes se quedaron en CNT.

A nivel general la comarca vivía una situación de psicosis. La guardia civil patrullaba por todas partes y de vez en cuando se hallaban escondites con explosivos. Esto creaba una alarma social avivada por la prensa. Pero se trataba de explosivos abandonados por los revolucionarios. En ese contexto, el 30 de mayo se realizó una redada en Sallent contra un domicilio en el que se encontraba el Comité Pro-Presos comarcal[8]. Los detenidos fueron liberados a los dos días.

La insurrección de enero de 1933

La situación social era explosiva. La periodista Irene Polo realizó un reportaje sobre Sallent para el diario barcelonés La Rambla[9]. En sus páginas relataba que en 1931 llegaron unos 200 obreros “de fuera” que fueron alojados en unas antiguas cuadras de la fábrica Torres y otros detrás de la biblioteca municipal. No obstante, en los últimos meses de 1932 llegaron otros 600 obreros con sus familias. Algunas se realojaron entre las casas de Sallent, alquilando habitaciones en viviendas hacinadas. Pero otras tuvieron peor suerte y habitaron en infraviviendas. En total existían unas 2.000 personas en condiciones infrahumanas de las que solo 800 tenían trabajo.

El 8 de enero tuvo lugar otra intentona de proclamar el comunismo libertario en Sallent. Si bien en 1932 el movimiento revolucionario había sido más o menos espontáneo – aunque había caldo de cultivo de sobra – en 1933 el movimiento insurreccional partió de la organización local de la Federación Anarquista Ibérica, FAI.

Así pues,[10] a las 10 de la noche los revolucionarios dispararon sobre un guardia que estaba patrullando las calles, muriendo baleado,[11] y después incendiaron el cuartel de la Guardia Civil de la calle San Bernardo, 20. El incendio no fue importante debido a que los mismos guardias y algunos vecinos lo pudieron apagar enseguida. Aquella noche se escucharon disparos y explosivos por toda la villa. Pero la Guardia Civil quería venganza. A las 2 de la madrugada los guardias rodearon el local de la CNT de la calle Clos y comenzó un tiroteo de película que duró una media hora. Allí fueron acribillados a balazos – en el momento de rendirse – Francesc Codina Casas, de 20 años, natural del vecino pueblo de Balsareny, y Andrés Martínez García, de 18 años y natural de Almería. También resultaron heridos otros cinco militantes (dos de ellos fueron José Yepes, herido de bala en el brazo cuando ondeaba la bandera blanca, y José Raya Pérez) y, por el otro bando, cuatro guardias y un alguacil resultaron heridos también.

En el consiguiente registro del local de la CNT se encontraron unas cien bombas, de aquellas que se fabricaban artesanalmente con latas de conserva. Esto fue más que suficiente para clausurar el local durante meses. En los días posteriores se produjo una nutrida manifestación contra “los forasteros” que, según ellos, se habían hecho los “amos del pueblo” y amenazaban la convivencia cívica.

Los heridos fueron trasladados a Manresa, y allí murió por las heridas y el ya mencionado Andrés Martínez García. Enseguida acudieron muchos mineros de Sallent al cementerio de Manresa llevando una corona de flores. La Guardia Civil no les permitió la entrada en el recinto. Después los guardias se dedicaron a disolver todos los grupos que se juntaron a charlar en el Paseo y en la Muralla de la capital del Bages, obligándolos a circular.[12]

En Sallent el movimiento libertario arraigó sobremanera y organizó cinco grupos anarquistas. O, mejor dicho, los obreros y mineros sallentinos crearon cuatro grupos anarquistas entre 1931 y 1934 que ingresaron en la FAI, como se informaba en el periódico Tierra y Libertad. Se llamaban Germinal, La Peña Invencible, Aurora Naciente y Árbol Libertario, que conformaron entre sí una federación local de grupos anarquistas. Y en 1935 se formó el grupo Los Vengadores, con sallentinos que tuvieron que marcharse a vivir Manresa por la represión. En la comarca del Bages había 3 federaciones de grupos: Cardona, Manresa y Sallent. Entre estas federaciones y los demás grupos anarquistas de la comarcal, sumaban unos 22 grupos, de los que 19 estaban formalmente adscritos a la FAI.

Estos grupos de Sallent sumaban entre 30 y 40 militantes. Casi con total seguridad formaban parte de las juntas de los sindicatos, del Comité de Defensa y del Comité Pro-Presos (ambas entidades de carácter comarcal, pero con un peso determinante de Sallent). Pero además tenían una intensa vida cultural y social. Por ejemplo, en 1934 la federación local de grupos organizó una “jira libertaria” (es decir, una excursión), a la fuente de Lladó en Puig-reig (junto con los grupos de este pueblo). Lograron juntar entre 400 y 500 personas.

Además, existía una agrupación de Juventudes Libertarias que reunía entre 30 y 50 jóvenes de ambos sexos. En este caso estamos hablando de personas muy jóvenes con un alto grado de politización[13]. Se habían criado al calor de las luchas sociales y su idealismo era proverbial. En muchas entrevistas a las personas mayores que convivieron con este tipo de militantes anarquistas del entorno juvenil, se puede concluir que seguían un modelo de vida ética. Las personas entrevistadas a menudo se niegan a reconocerse a sí mismas como anarquistas porque el modelo que vieron en aquellas personas de las Juventudes Libertarias, su idealismo, su compromiso, su pasión por la cultura o su ética en la vida, eran inigualables.

Es decir, que tenemos un movimiento libertario organizado, en general por militantes sallentinos, que tenían interés por las ideas. Sin embargo, la insurrección de enero los dejó exhaustos. En diciembre de 1933, la huelga insurreccional no tuvo repercusión en la población.

Las huelgas del período

Pero el resultado de las insurrecciones no desbarató el movimiento anarquista. La situación social era tan grave que los obreros estaban dispuestos a proseguir con sus reivindicaciones. En marzo de 1933, es decir, a solamente dos meses de la insurrección de enero, 180 mineros se encerraron en la mina a 340 metros bajo tierra. Durante el conflicto estallaron tres artefactos explosivos. Los detenidos a raíz de esos artefactos iniciaron una huelga de hambre en la prisión de Manresa que agitó aún más la tensa situación.

Podemos comprobar además cómo la represión no le pasó demasiada factura al sindicalismo sallentino. En el Pleno Regional de la CNT de marzo de 1933 se contabilizaban unos 1.000 afiliados en esta población. Es decir, que el momento de mayor crisis interna de la CNT, Sallent igualaba en afiliados a Manresa, que era la capital de la comarca.

En marzo de 1934 la empresa Potasas Ibéricas, SA (es decir, la mina) se quejaba de la baja productividad. Así que suprimieron las primas que compensaban los magros salarios. Como consecuencia estalló una huelga. Esta vez la empresa tenía preparada una respuesta y contrató esquiroles en Galicia. No les dijeron que iban a entrar en una empresa en huelga. Nada más entrar en el pueblo fueron recibidos a pedradas y dos de ellos resultaron heridos por un explosivo. Por este motivo se detuvo a unas 25 personas, entre ellas a Diego Navarro y a su primo José Pérez Navarro. En su interrogatorio, bajo torturas, participó Miquel Badia, por entonces secretario de Orden Público de Barcelona y enemigo acérrimo de los anarquistas.

En aquellos turbulentos meses de abril y mayo, también estaba teniendo lugar la huelga general de Zaragoza. Los obreros de Sallent se habían adherido a la campaña organizada por Solidaridad Obrera, el diario Confederal, y querían acoger a los hijos de los huelguistas aragoneses. Sin embargo, la situación sallentina era tan complicada que las propias familias aragonesas reclamaron a sus hijos de vuelta temiendo por ellos. De hecho, el 5 de mayo (dos días antes de llegar los niños), una manifestación de parados había apedreado a la Guardia Civil, que respondió a tiros.

Pero los trabajadores ganaron la huelga y recuperaron la prima. La empresa no se resignó y un mes después suspendió la prima comunitaria. Y a su vez, esto desencadena otra huelga al ser despedido otro trabajador por protestar sobre ese asunto. La huelga recrudeció la situación y la empresa respondió con un lock-out. Todo el mundo se quedó sin trabajo y poco a poco la empresa fue readmitiendo obreros, y reforzando su plantilla con esquiroles. En aquel momento los huelguistas asesinaron a dos de ellos. La tensión era tal que el pueblo quedó ocupado por la Guardia Civil y el somatén. Josep Dencàs, consejero de Interior de la Generalitat declararía que “la FAI presenta batalla y nosotros la aceptamos”.

De forma que el día 27 de agosto se publicó un bando en el que se daban 3 días para que todos los despedidos abandonasen el pueblo. Era el pacto del hambre. Ningún empresario les iba a volver dar trabajo y se tenían que ir. Muchos fueron a Manresa donde precisamente contribuyeron a la reestructuración de la CNT en la capital del Bages[14].

Mientras tanto, a la empresa poco le duró la alegría. En 1936 los esquiroles gallegos se afiliaron a la CNT. Además, la compañía perdió el juicio por despido improcedente y se vio obligada a readmitir a los despedidos. No sabía qué hacer con ellos.

Octubre y el Bienio Negro

Llegamos a la Revolución de Octubre de 1934. Como nos podemos figurar, el movimiento libertario sallentino se encontraba exhausto. En el pueblo quien tomó la iniciativa fue el Ayuntamiento y el sector catalanista, identificado con el Centre Republicà d’Esquerra (ERC) y Estat Català. Por cierto, como a lo largo de 1934 hubo tantos despidos en la mina que los encargados se apresuraron a contratar todo tipo de trabajadores y con ello un grupo de obreros afines a Estat Català entró a trabajar en el verano. Esto disgustó a los cenetistas, que los tildaron de esquiroles. La situación siempre fue tensa entre las dos organizaciones. En cambio, no lo era tanto con ERC ya que compartían la Cooperativa Obrera Germanor, el gran centro asociativo, cultural y comercial del pueblo.

El 6 de Octubre de 1934, nada más conocerse el levantamiento en Barcelona se proclamó la República Catalana. La Alianza Obrera inmediatamente extendió la huelga general por todo el pueblo. En la mina hubo un pequeño enfrentamiento para arrebatarles las armas a los vigilantes y por las calles del pueblo patrulló un escamot de revolucionarios. Al día siguiente bajó a Manresa un nutrido grupo armado con la intención de combatir. Estos revolucionarios pertenecían a ERC, Estat Català y también a la pequeña célula comunista del PCC ya que tenía presencia en la mina[15].

Sin embargo, la proclamación del estado de guerra y la llegada de las tropas del ejército disuadieron a las autoridades en rebeldía y los revolucionarios se rindieron o se escondieron. El día 9 se reanudó el trabajo en la mina y el 10 en las fábricas textiles. Y hubo un buen número de detenciones, comenzando por el mismo alcalde, Magí Oriol Torredenflot, y todos los concejales de ERC[16].

Sin embargo, el nuevo poder reaccionario que había tomado el control del pueblo decidió escarmentar también a los anarquistas que quedaban en la mina. De manera que fueron despedidos 400 mineros sin mirar si habían participado o no en la revuelta. Para la dirección de la mina todos eran igual de revoltosos.

El año 1935 fue relativamente tranquilo. Se aprovechó el tiempo para reponerse de los golpes del año anterior y para retomar la actividad organizativa, aunque fuese en la clandestinidad. Por esto podemos ver militantes de Sallent en los Plenos comarcales y regionales de las Juventudes Libertarias y de la CNT. Incluso pudieron consolidar su ateneo, llamado Centro de Cultura Floreal. El SUM envió dos representantes al Pleno Regional de enero de 1936, Josep Solsona y Francisco García.  

De esta forma llegamos a las elecciones de febrero de 1936. En Sallent el Frente de Izquierdas obtuvo una victoria muy holgada, 1.855 votos a 1.049, y recuperó el consistorio.

En cuanto los sindicatos pudieron funcionar con normalidad se pudo reconstruir el importante Sindicato Único Minero. En el Congreso de Zaragoza Sallent estará representada por este sindicato que dio cuenta de 721 afiliados. Si bien, es obvio que había perdido fuerza, la CNT aún tenía mucho apoyo en el pueblo. Tengamos en cuenta que para el momento del congreso solo llevaban dos meses con actividad legal y aún no se habían podido reconstruir el resto de ramos.

Una de las principales decisiones del Congreso de mayo de 1936 fue la readmisión de los Sindicatos de Oposición. Como hemos dicho antes, en Sallent el Fabril y Textil tenía esta tendencia. En junio el sindicato votó en asamblea general reintegrarse en la CNT y esta entrada también animó otras, como la del sindicato del Metal.

En aquellos meses de mayo a julio de 1936, Sallent fue un punto de obligado paso para las giras de mítines que cada fin de semana agitaban la vida política española y catalana. Por allí pasaron Federica Montseny, Francisco Ascaso o Antonio Ortiz. Era obvio que la Organización contaba con la fogueada militancia del Alto Llobregat, puesto que un grupo de mineros participaría en los combates del 19 de julio en Barcelona.

Por su parte, los republicanos también contaban con cierta fuerza. Según sus datos de afiliación tenían unas 300 personas asociadas en mayo. Fueron representados en el congreso de ERC por Alexandre Alabart Sancho y por Josep Prat Canudas, que era el presidente del partido en Sallent. Hay que indicar que, de esas 300 personas de ERC, 130 pertenecían a la entidad Ateneu Sallentí d’Unió Republicana, cuyo presidente era Pere Andorrà Playà[17]. Enseguida veremos qué papel jugó.  

Los comunistas también tuvieron su momento de auge. En 1935 Rafael Bonals Bonet se fue a la Unión Soviética para formarse. El PCC después de 1934 logró asentar una estructura con presencia entre los mineros. Y junto a los militantes de la USC lograron configurar una UGT, fundada el 8 de marzo. Antes de la guerra la central sindical socialista llegó a contar con cerca de 500 afiliados y a tener una presencia significativa en la mina.

Guerra y Revolución

La derrota del levantamiento militar del 19 de julio llevó Cataluña a una catarsis revolucionaria. Sallent no fue menos. En cuanto se constató que la Guardia Civil del pueblo permanecía fiel a la República y que lo mismo ocurría con el Batallón de Ametralladoras núm. 4 de Manresa, ya no había que temer gran cosa. La Guardia Civil fue enviada a Manresa y los comités recuperaron seis pistolas del cuartel y todas las armas del somatén y de los vigilantes de la mina. Unos días después llegaron unos fusiles de Barcelona.

Enseguida se reorganizó el Ayuntamiento eliminando de su composición a los concejales de derechas. A la vez se organizaron diversos comités. El primero, el Comité de Defensa Comarcal, compuesto por militantes de la CNT-FAI. La Causa General ofrece los nombres de Ginés Navarro Muñoz, Josep Solsona Carré y Josep Riera Fábregas, como miembros de este comité en Sallent. Los tres eran mineros y destacados militantes libertarios y confederales. Este comité se encargó de impulsar a su vez un Comité de Milicias Antifascistas, de carácter comarcal (la duda está en si el primer comité derivó en el otro o fueron lo mismo), para eliminar cualquier conato de sublevación fascista. Recordemos que en la zona del Alto Llobregat el carlismo tenía un fuerte peso sociológico y que habían intentado sublevarse en Gironella.

Como acción práctica de este comité destacaba la toma de la empresa de autobuses Manresa – Berga – Guardiola, cuya sede estaba situada en la primera ciudad, así como la incautación de los talleres de Oxígeno y Construcciones Metálicas del Llobregat en Sallent. La empresa fue reconvertida en una fábrica de armas y alcanzó a tener unos 400 obreros y obreras trabajando a pleno rendimiento. En una visita a finales de 1936 del futuro presidente de la Generalitat, Josep Tarradellas, declararía que “no parecen obreros que trabajen por una semanada, sino unos artífices que trabajan con devoción idealista y disciplina de soldados”[18].

Existiría un tercer comité, el Comité Revolucionario Antifascista, que era un comité que unía las distintas fuerzas políticas y sindicales de la población. Lo formaban Jaume Mas y Rafael Bonals por la UGT, José Molina por el PCC (antes de convertirse en el PSUC), Vicenç Planella por el POUM, Pere Andorrà por ERC y Joan Butchacas, Isidre Flotats Caus, Josep Solsona y Ginés Navarro por CNT. Este comité se encargaría en primer lugar de la seguridad. Sus funciones inmediatas pasaban por controlar el territorio: levantar barricadas, tener control de quien entraba o salía del pueblo, requisar todas las armas de la zona o expedir permisos de armas, entre otras funciones. Por último, había un Comité del Frente Popular, que operaba desde el Ayuntamiento[19].

Las patrullas de Sallent tuvieron muy mala fama entre las derechas y pronto se generó una leyenda negra en torno a ellas. Con todo, es cierto que efectuaron ejecuciones de civiles. Solo en el mes de julio resultaron muertas de forma violenta nueve personas. Entre ellas, había cuatro misioneros claretianos y dos miembros de la Lliga Regionalista, según la Causa General.

También fue ejecutado el excenetista Juan Alcón, antiguo miembro destacado de la FAI y represaliado en 1932. La razón fue que durante las huelgas de 1934 pasó a ser confidente de la dirección de la mina y por él varios compañeros fueron despedidos. El 16 de agosto fueron ejecutados seis miembros de la Lliga Regionalista sallentina en Castellbell i el Vilar. Entre ellos estaba el alcalde que había gobernado después de Octubre de 1934.

En total hubo 23 personas del pueblo que murieron violentamente (20 por obra de los milicianos) [20]. Sus acciones no sólo se limitaron a Sallent, sino que también se realizaron incursiones en otros pueblos como Avinyó (a donde fueron a buscar otro monje claretiano), Castellbell i el Vilar, Sant Fruitós de Bages y la Pobla de Lillet. Hacia agosto el Comité Revolucionario derivó en una entidad civil que realizaba proyectos económicos y sociales para el pueblo.

Todas las fuerzas antifascistas se hicieron con nuevos locales a costa de los de las derechas y de la Iglesia. La UGT ocupó el convento y escuelas confesionales. La CNT se dividió por sindicatos. Así que el Fabril y Textil y el ramo del Metal (que hemos visto antes que eran sindicatos treintistas) instalaron su sede en las Escuelas Confesionales de los misioneros del Sagrado Corazón; el de la Construcción en la Iglesia y el Sindicato Único Minero en la casa parroquial de la calle Clos, 4; las Juventudes Libertarias y la FAI en la casa de la sociedad del obispado de Vic. Otras organizaciones también tomaron otros edificios.

Como curiosidad, en 2017 se produjo el descubrimiento de 7,6 toneladas de dinamita y 450 granadas de tipo “FAI”, escondidas desde la guerra en un falso tabique en la casa parroquial. Unas obras en el edificio dejaron al descubierto las armas, que fueron rápidamente confiscadas por la unidad antiterrorista de los Mossos d’Esquadra[21].

Los trabajadores se hicieron cargo de la mayoría de las empresas. Algunas dominándolas completamente como, la antes nombrada, Construcciones Metálicas o la mina, que se reconstituyó en Potasas Ibéricas Empresa Colectivizada, la fundición Metales y Platería Ribera. Además, se conformaron las cooperativas de lampistas y electricistas por un lado y la de paletas por el otro, las dos adheridas a la CNT.

Otras empresas, en cambio, fueron gestionadas por un comité de control obrero, aunque nominalmente seguían vinculadas a los antiguos propietarios. Este fue el caso de Textil Algodonera, SA., la fundición Talleres Morral, la casa Riera, Emilio Cortés, Camprubí de construcción, Mata i Pons, Solervicenç, Berenguer, y otras más. Durante las primeras semanas todas las nóminas llevaban los sellos del Comité Revolucionario Antifascista y algunas empresas pagaron transitoriamente los salarios a través del Comité. Por tanto, el Comité debía recaudar un impuesto de guerra para esto.

Así pues, el Comité no dudó en imponer multar a quienes consideraban personas facciosas o contrarias al nuevo estado de las cosas para financiar el esfuerzo de guerra. Eran multas pequeñas, pero que se repetían en el tiempo. Tras la caída de Cataluña bajo el control franquista esta práctica fue uno de los argumentos para procesar a los detenidos.

Y a su vez el Ayuntamiento también se sumó al proceso socializador. En el mes de agosto municipalizó la compañía de la luz y las dos de aguas del pueblo, La Sallentina y Aguas de Cabrianas, SA. También se iniciaron obras para dar trabajo a los obreros en paro. A su vez la Cooperativa Germanor amplió su personal y, por su parte, algunos agricultores ocuparon tierras cuyos antiguos propietarios habían huido del pueblo.

A nivel de Cataluña, en agosto de 1936, la CNT decidió acabar con el Comité Central de Milicias Antifascista. Esto acabó decidiendo su entrada en el Gobierno de la Generalitat que se produjo a finales de septiembre. Una de las primeras medidas que tomó la nueva autoridad fue la de acabar con los comités locales. En Sallent esto hizo que se constituyera un Consejo Municipal que entró en vigor en octubre.

El Consejo se componía de 6 miembros de ERC, 6 de la UGT, 6 de la CNT y 4 de los Rabassaires. Los cuatro de la CNT eran Josep Solsona Carré, Domingo Xixons Ravetllat, Emeterio Robert Gandilló y Lluís Manubens Rodellas. El consejo municipal estaba presidido por Pere Andorrà, de ERC, que tenía buenas relaciones con los libertarios. A efectos prácticos éstos controlaban las consejerías más importantes (Seguridad, Abastos y Economía)[22].

El nuevo consistorio emprendió nuevas obras públicas para dar trabajo a los parados. Por ejemplo, derruyendo las iglesias que habían sido incendiadas en julio o ampliando las escuelas. También inició la municipalización de la vivienda. En cambio, no pudo desarrollar otros proyectos que tenía, como la construcción de una pequeña presa en Cabrianes para fabricar electricidad.

Las milicias

La guerra fue una obsesión para los revolucionarios. De hecho, toda la economía se orientaba a hacer frente a las exigencias del conflicto bélico. Los mineros, que habían dejado de trabajar, se fueron preparando para la guerra. En agosto hicieron asambleas para preparar una columna y el 4 de septiembre salió la primera milicia de Sallent. Ésta se unió a la columna que partió de Manresa el día 7. Se llamaría Columna Tierra y Libertad. Al principio esta unidad fue conocida bajo el nombre de Roja y Negra, por ello hay equivocaciones. En cuanto llegaron a Barcelona se dieron cuenta que ya existía otra columna con el mismo nombre y se lo cambiaron.

La Columna fue enviada a Madrid como un refuerzo que le ofrecía la Generalitat al Gobierno de Largo Caballero y llegó a la capital el día 11 de septiembre. A partir de ahí la unidad vivió un largo periplo que la llevó desde el frente de la Sierra de Gredos en Toledo a la Sierra de Albarracín en Cuenca. Permaneció en los frentes del centro hasta marzo de 1937, cuando volvió a Cataluña para militarizarse.

La milicia de Sallent conformaba la tercera centuria de la columna. Su delegado fue Joan Butchacas Vilaseca, y tuvo responsabilidades en el comité de guerra de la columna, así como Jaume Crusellas Genescà, también del pueblo. Contaba con entre 120 y 135 milicianos. Con el paso de la guerra esta cifra fue menguando debido a las bajas y enfermedades del frente.

No obstante, esta no fue la única unidad donde se alistaron los milicianos. Por ejemplo, hubo 18 militantes en la columna Aguiluchos, siete en Ascaso, cinco en Durruti, etc. La CNT organizó entre 160 y 175 milicianos (solo hubo tres mujeres entre ellos). Por su parte, la UGT sallentina envió ocho milicianos al frente, a la Columna Del Barrio, y los catalanistas 16 a la columna Macià-Companys[23].

Con la militarización muchos mozos del pueblo fueron reclutados y enviados a las nuevas unidades militares que se iban formando. La CNT sallentina quiso participar en la Escuela Popular de Guerra, que estaba formando oficiales para el ejército. Hacia enero o febrero de 1937 la CNT (y todos los partidos en general) enviaba jóvenes que en algunos casos habían pasado por las milicias para recibir formación militar reglada y poder utilizarlos después para la guerra.

La vida en el pueblo

En cuanto a la vida en la retaguardia republicana, muchas de las diferencias de criterio entre sectores de la población durante la Guerra Civil se dirimían en las nuevas instituciones, aunque también se traducía en el ambiente de la calle.

En primer lugar, hay que comentar que debido al decreto de sindicalización obligatoria las centrales sindicales se expandieron extraordinariamente. La CNT sallentina aumentó su fuerza alcanzando más de 2.500 afiliados, mientras que la UGT irrumpió con potencia llegando a rozar el millar de afiliados. Como en muchas otras poblaciones a la UGT ingresaron aquellos trabajadores que no tenían otro remedio que afiliarse a algún sindicato, y que hasta entonces o bien habían sido apolíticos o bien simpatizaban con las derechas. Esta sería la situación del sindicato del comercio ADCI, por ejemplo. En otros casos se trataba de viejas rencillas personales con el anarquismo, como podrían ser la de aquellos mineros y trabajadoras y trabajadores del ramo del textil que se afiliaron a la UGT. Además, el PSUC cerró el paso al POUM, copando la Junta de la UGT.

Entre las disputas entre las fuerzas partidarias de la revolución y sus contrarias destacaría la cuestión de los abastos y aprovisionamientos. En Sallent la CNT controlaba la consejería de Abastos. En el otoño de 1936 había fundado una Cooperativa Confederal que utilizaban las familias asociadas. Pero la Confederación tenía en mente la socialización de todo el comercio. Así que el 23 de abril de 1937 se convocó una asamblea general para debatir sobre la colectivización de las tiendas y comercios de la localidad. En un documento de la UGT[24] se relata este acontecimiento, y se describe que asistieron unas 1.500 personas y que aprobaron por unanimidad socializar el comercio. Por tanto, la CNT quiso llevar al Consejo Municipal esta decisión popular.

En el consejo la socialización fue paralizada hasta que se posicionaran todas las organizaciones. Se debatió el 2 de mayo, justo en el inicio de los Hechos de Mayo de 1937 en Barcelona, y este episodio sallentino se podría situar en aquel mismo contexto. La UGT y los Rabassaires se opusieron a la socialización. Los primeros porque no lo veían necesario (aunque hay que remarcar la composición sociológica de su sindicato de comercio, totalmente contrario a cualquier colectivización de los negocios particulares), mientras que los rabassaires respondieron que no era de interés para los campesinos, puesto que tenían otros medios de comercializar sus productos. ERC se abstuvo, argumentando que solo aprobaría aquello que la Generalitat considerase legal y que no tenían claro si esa propuesta lo era. Y el POUM también se abstuvo. En Sallent el POUM jugó un rol muy secundario en todo momento y se deduce que nunca dispuso de cuadros bien preparados.

En la sesión del 4 de mayo se dio cuenta del resultado de las asambleas de las distintas organizaciones que trasladaban la negativa. Por consiguiente, los consejeros delegados de CNT que gestionaban los abastos presentaron su dimisión. La UGT se negó a aceptar la consejería y propuso una comisión conjunta con ERC y los Rabassaires para gestionar en adelante los abastos. El POUM, por su parte, se abstuvo de participar en la comisión.

El resultado de todo este embrollo fue que la CNT impulsó su Cooperativa Confederal, que acabó siendo como un gran centro comercial con precios rebajados para su afiliación. Para más inri, rebajaron los precios para hacerle la competencia a los comercios que habían bloqueado la socialización.

Así estaban las cosas en mayo, que por otra parte resultó tranquilo en el pueblo a nivel de orden público. La CNT dominaba la centralita de teléfonos y la estación de tren, de manera que no hubo ataques. Los militantes comunistas de la UGT se habían preparado para defender sus locales. Aun así, en el largo informe antes mencionado reconocían que no podían haber resistido mucho dado que los anarquistas disponían de armas de guerra. La noche del 17 al 18 de mayo unos militantes de la Agrupación de los Amigos de Durruti estaban escondiendo unas cajas de explosivos. Al parecer, un obús cayó al suelo y explotó, muriendo un compañero y quedando herido otro, que perdió una pierna y una mano. Sin embargo, no ha sido posible recuperar esos nombres.

A pesar de todo, el día 2 de mayo, Pedro Mollart Prades, afiliado a CNT, fue recogido por unos milicianos armados que conducían un coche. Nunca más se volvió a saber nada de Mollart y en la Causa General se presupone que fue asesinado. Este fue el único caso de muerte violenta debido a los Hechos de Mayo. Se desconoce la autoría, pero dado el contexto se presume que fueron los comunistas, que por algo se parapetaban en su local. No obstante, no se han podido recoger protestas por este asesinato por parte de la Confederación.

Un grupo de unos 40 militantes mineros de Sallent se encontraba en Barcelona justo en aquellos días de los Hechos de Mayo. Estaban en plenas negociaciones sobre las exportaciones de potasa al extranjero. Y dada su ubicación, combatieron en las barricadas de Barcelona.

Se puede ver que la CNT siempre tuvo la situación controlada en el pueblo. Por ejemplo, a finales de septiembre de 1937 hubo unas protestas callejeras que afectaban a los campesinos, acusados de acaparamiento y de boicotear los abastos del pueblo. A su vez éstos acusaban a “los forasteros” de robarles fruta y verdura de las huertas. El caso llegó a mayores cuando la Unió de Rabassaires y ERC dimitieron de sus cargos del Consejo Municipal, quedando éste en manos de CNT y el PSUC. El nuevo alcalde interino, durante algunas semanas, fue Joan Butchacas, hasta que los dimitidos aceptaron reintegrarse, volviendo Pere Andorrà al cargo. El que no pudo reintegrarse fue el consejero del POUM, tras ser ilegalizado este partido en julio de 1937. Sus militantes se implicaron en adelante en la CNT, mientras que aquellos que pertenecían a la UGT fueron expulsados de ésta.

Otro factor importante era la mina. La mina, a nivel empresarial, estaba presidida por Josep Solsona, destacado militante confederal. Su colectivización no la salvó de una fuerte caída de la producción, dado que gran parte de su plantilla estaba en el frente y tampoco disponían de muchos medios para retomar el trabajo. El Gobierno de la República la nacionalizó y la unió a las minas de Súria y Cardona como si fuese la misma empresa. Aun así, no cambió mucho la forma de funcionar y la producción cayó incluso más. Era necesaria una inversión que nunca llegó.

De los principales problemas que tuvo que hacer frente el Consejo Municipal fue la gran cantidad de refugiados que llegaron. Fueron acogidos en varios centros y también en casas particulares. Otras cuestiones que tenían relevancia tenían que ver con la construcción de los refugios antiaéreos, con la evacuación de las personas más comprometidas al final y con el desenlace de la guerra.

Sin tener números muy precisos se puede estimar en más de una treintena las personas muertas en los frentes de guerra. De ellas podemos afirmar la filiación cenetista de 17, si hacemos caso del extraordinario trabajo de la Asociación Isaac Puente y su proyecto Sangre Anarquista[25]. Esas víctimas mortales de los combates de guerra se repartieron por todas las batallas en las que participaron sallentinos: Brunete, Belchite, Ebro, Peñarroya o la de Cataluña. Suponen el contingente de muertes confederales más grande de la comarca del Alto Llobregat, por delante incluso de Manresa o de Berga.

Otro balance lo compone la represión. Las personas represaliadas de Sallent fueron varios centenares. De ellas hubo 125 juicios sumarísimos. Y de ellos seis fusilamientos: Ramon Fainé Camprubí (CNT), Manuel García Pérez (CNT), Eduard Sabartés Nadal (UR), Gil Solé Vidal (CNT), Ramon Vilardell Majoral (ERC, CNT) y Ginés Zamora Román (CNT). Josep Planas Calmet fue condenado a muerte y amnistiado. Además, hay que comentar que el cenetista Jaume Carballo murió en prisión. Por si fuera poco, Salvador Ventura Tor, Joan Poch Sardà y Jaume Escalé Puig – también de la CNT – murieron en el campo de exterminio de Mauthausen-Gusen durante la Segunda Guerra Mundial. [26]

Por el contrario, no pocos libertarios sallentinos – ya lo fueran de nacimiento o de vecindad – participaron en la Resistencia francesa y en la guerrilla antifranquista. Una muestra de ello fue la colaboración de Joan Puig Elías en el Batallón Libertad o de Casto Ballesta, que llegó a dirigir tres grupos libertarios de la Resistencia. Mientras que militantes como José Iglesias Paz o Antonio Moreno Alarcón (alias “Cejablanca”) estarían implicados en la lucha guerrillera española, siendo participantes del Grupo Talión. Fueron juzgados en 1952 y Moreno fue condenado a muerte, aunque vio su pena conmutada a 30 años de prisión, mientras que cinco de sus compañeros fueron ejecutados.

De hecho, Sallent fue elegida para realizar un atentado contra Franco en 1947, operación en la que participaron unos 50 guerrilleros bajo la coordinación de Ramon Vila Capdevila. Por desgracia, fue descubierta antes de tiempo y sus componentes tuvieron que ocultarse. Al parecer uno de aquellos guerrilleros fue Francisco Denís Díez (alias “Catalá”), que fue detenido dos años más tarde cerca de Gironella. Al ser trasladado al cuartel de la Guardia Civil de Sallent, ingirió una píldora de cianuro que llevaba escondida, muriendo en su celda el 3 de junio de 1949.

Conclusiones

La época republicana fue un momento de grandes convulsiones sociales. Fruto del hundimiento de un régimen impopular, la democracia republicana nunca logró asentarse en el país, puesto que las derechas no le concedieron ni un minuto de tranquilidad. Por otro lado, existía una situación de emergencia social que se identificaba con el problema agrario y con el paro obrero en las ciudades y los pueblos industriales. Cada nueva fábrica atraía cientos de familias que buscaban trabajo en sus puertas, dispuestas a trabajar por jornales de miseria. Los fabricantes se aprovechaban de esta situación estructural y tenían una pésima concepción de la clase obrera.

Sallent podría considerarse un ejemplo de esto, dado que la arribada en masa de miles de personas que llegaban con lo puesto y que se enfrentaban a unas condiciones de vida que rozaban lo inhumano, garantizó un gran contingente laboral afectado por un gran malestar. Las ideas revolucionarias arraigaron entre los sectores más oprimidos, por tanto.

Otro factor a tener en cuenta es que la CNT de Sallent a diferencia de otros municipios del Alto Llobregat, logró resistir la crisis que supuso la escisión treintista. Si bien durante algunos años perdieron el potente sector del textil, más adelante lo volvieron a recuperar, con Joan Butchacas a su cabeza. Esto no quita para que, aprovechando la situación de desorganización, entrase en acción la UGT.

Siguiendo los acontecimientos de la guerra, podemos ver claro que la CNT tuvo el control de Sallent en todo momento. A pesar de ello, en efecto, tuvo roces con una UGT que, no por ello pusieron en peligro la hegemonía anarcosindicalista.

También existieron enfrentamientos con el sector catalanista que conformaban ERC y Unió de Rabassaires. Pero estos choques eran fruto de la complicada mezcla de poblaciones que se dividía entre catalanes y “castellanos” (andaluces, murcianos, aragoneses o gallegos) al que también habría que sumar el siempre complicado factor de la acogida de refugiados. En definitiva, era un conflicto latente que fue común a otras poblaciones del Bages como Cardona o Súria, también mineras. Sin embargo, también en Sallent la CNT supo sortear este problema.

Se pueden constatar las relativamente buenas relaciones con el republicanismo catalán que tuvieron los miembros de las juntas y comités de la CNT. Existía un entendimiento no exento de discrepancias puntuales. Así, el alcalde por ERC, Ramon Arnau, estuvo afiliado a la CNT durante la guerra. De hecho, también se puede constatar el predominio de los apellidos catalanes entre el cuerpo dinamizador del anarcosindicalismo sallentino. En donde predominaban los foráneos más rotundamente es en la mina. Y la mina fue el factor que propició la milicia de Sallent.

El paso del franquismo aplastó todo este movimiento revolucionario local. Los cuadros libertarios acabaron muertos, presos o en el exilio. En la generación siguiente, ya en los años 60, su hueco fue ocupado por una militancia formada al calor de los nuevos tiempos. Entonces predominaba el PSUC y Comisiones Obreras. La CNT no resurgiría en Sallent hasta 1977.


[1] Flores, Pedro (1981). Las luchas sociales en el Alto Llobregat y Cardener: Contribución a la historia de Manresa y comarca, p. 110.

[2] Programa del grupo anarquista de Sallent, titulado La Vida, Pèsol Negre, 2002

[3] Joan Butchacas Vilaseca, carta a Pedro Flores. Fondo Pedro Flores, carpeta XI. Arxiu Comarcal del Bages.

[4] Ver Gonfaus, Joan. Cultura. L’Opinió Sallentina, núm. 3, 14/08/1931.
https://trencadis.diba.cat/Trencadis/imgview/trencadis/diba20201251442032F2/3?contentFlg=0

[5] El Dia, 23-1-1932, p. 2.

[6] Detenidos: Antoni March, Antoni Bagés, Joan Meler, Antoni Llorens, Salvador Ventura, Domingo Martínez, Antoni Alias y Josep Cabaco. Serra, J. (1988): p. 56

[7] Se trataba de Juan Jiménez Parra, Salvador Lozano Ruíz, Antonio Moreno Alarcón, Ginés Navarro Muñoz, Ramon Rivera Soler, Antonio Soler Falcó, Eduardo Soler Falcó, Pascual Torres Hernández y Domingo Xixons Revellart. Recogidos en Giráldez, Jesús (2013). Creyeron que éramos rebaño […], p. 237-238. Serra también añade a Llàtzer Ayllon Mayor y Julián Campos Travé.

[8] Eran Juan Alcón, Benet Cano, Miquel Comellas, Jaume Escolar, Domingo Fitó, Salvador Manyalich y Josep Moradell.

[9] La periodista Irene Polo i el conflicte miner de Sallent del 1933: <https://mnactec.cat/revista-eix/la-periodista-irene-polo-i-el-conflicte-miner-del-1933-a-sallent/>

[10] Esta versión se puede leer en Coronada Pozuelo, La proclamació del comunismo llibertari a Sallent (1932). L’Esparver, n. 44, gen-feb 1983 pp. 14-15. Sin embargo, se confunde de año y de insurrección, ya que el relato de los hechos encaja en la del 8 de enero de 1933.

[11] Según la versión de la Guardia Civil, el guardia de segunda, Enrique Del Canto Lucas, quedó malherido en el suelo y fue rematado allí mismo con cinco disparos en la cabeza. Otros cuatro guardias resultaron heridos debido a los tiroteos: los sargentos Francisco Aviñó Adell y Arturo Colón Montfort, y los guardias Francisco García Sánchez y Pablo Escudero López. López Corral, Miguel; Hernández Alonso, Rafael. Libro de Honor. Fallecidos de la Guardia Civil en Acto de Servicio desde su fundación, en 1844. Fundación Guardia Civil, 2020. p. 85

[12] El Pla de Bages, 10/09/1933

[13] Pedro Flores en Las luchas sociales […], nos da algunos nombres: Jaume Cruselles, Josep Dot, Cristóbal Ballesta, los hermanos Haro, José Iglesias, Ricardo Álvarez y José Pérez Navarro.

[14] Pedro Flores en Las luchas sociales […], cita los casos concretos de Manuel Ruíz, Yepes, los hermanos Malsand, Jesús García, Gabriel Piedra, los hermanos Alarcón, Girona, Lozano, entre otros.

[15] El PCC contaba con 21 militantes para su congreso de abril de 1933. Serra, Jaume (1988): p. 105

[16] Entre los detenidos figuraban Pere Andorrà Playà (ERC), Ramon Arnau Guinó (ERC, El Radium), Félix Cañas López, Josep Casas Pitarque, Eudald Codina Cardona (ERC), Rafael Colldeforns Bernal, Josep Cots Cuenca, Joan Cuadrado García, Pere Dases Santaeulària, Joan Dachs Armengol (ERC), Joan Gonfaus Mas (ERC, CNT), Antonio Granados Fernández, José Molina Molina (PCC), Salvador Monts Castelló, Magí Oriol Torredenflot (ERC), Genís Ortíz González, Vicenç Planella Amigó, Leandre Pons Casas (ERC), Manuel Sáez Martínez (PCC) y Ramon Vilardell Mayor (ERC). El Dia, 01/08/1935, p. 6.

[17] CDMH, Político-Social – Barcelona, Generalitat – Legajo , 820, 14, 51

[18] de Madariaga Fernández, Francisco Javier (2005), Las industrias de guerra de Cataluña durante la Guerra Civil. (tesina) p. 679.

[19] Según la Causa General: Francisco Vázquez Ríos, presidente; Manuel Esponella Dachs (UGT-PSUC), Ramon Arnau (ERC), Josep Trenco Andreu (CNT), Josep Prat Canudas (ERC), Pere Andorrá (ERC) y Tarrés (del que no aparece el nombre. Así que puede ser Antoni Tarrés Mas o Josep Tarrés Moselle, ambos de ERC).

[20] Àngel Vila Bonals, Francesc Martí Munt, Marcel·lí Sellarés Esquius, Marcel·lí Mur Blanch, Joan Marcet Soler, Jaume Payàs Fargas, Marià Benífar Alsinellas, Josep Mas Soldevila, Pere Saldoni Roca, Valentí Bohigas Matarrodona, Víctor Pont Viñas, Joan Vila Torras, Sebastià Llenas Coll, Joan Junyent Puigbó, Pere Algué Riera, Joan Esteve Manyoses, Josep Sorribes Esquerra, Josep Capdevila Portet, Lluís Viladot Sala y Josep Laborda Vidal.

[21] Sallés, Quico. Encuentran un arsenal de granadas y dinamita de la CNT en una rectoría. 21/07/2017
https://www.lavanguardia.com/local/bages/20170112/413305301311/tedax-rectoria-cnt-explosivos-arsenal.html

[22] El resto de los consejeros eran: Ramon Arnau Guinó, Rafael Bonals Colldeforns, Salvador Sardans Claret, Ramon Barniol Xipell, Jaume Caballol Sató, por ERC; Augusto Gil Cánovas, Esteve Tardà Grilló, Ramon Armengol Calderer, José Molina Molina, Juan García González y Bonifacio Ruiz Bernalta, por la UGT; Eduard Sabartés Nadal, Josep Vila Soler, Jacint Serra Noguera y Josep Gonfaus Mills, por UdR.

[23] Datos de la ficha de milicias de Sallent: CDMH-POLÍTICO-SOCIAL – BARCELONA, GENERALITAT – LEGAJO _GENERALITAT,498, 3 – 4- 5 y 6

[24] Informe de la Federació Local de la UGT de Sallent, 25 de maig de 1937. Arxiu Municipal del Bages. Político-Social – Barcelona, Generalitat – Legajo -501. ACBG31-6-T2-62. CDMH-POLÍTICO-SOCIAL – BARCELONA, GENERALITAT – LEGAJO ,501

[25] Consultada en base de datos Sangre Anarquista <http://www.navioanarquico.org/index.php/sangre>

[26] Otros nombres de deportados a Mauthausen-Gusen son: Francisco Fernández Cuadrado y Josep Duró Sabata, que fueron liberados, aunque el segundo murió en 1945 como consecuencia de su mal estado tras su salida del campo. Otros fallecidos de Sallent en el campo de exterminio fueron Manuel Giménez Garrido, Llorenç Vilaseca Carrió, José Hato Fernández y Jaume Aris Sabata.

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